La permanente utopía de Jesús

La permanente utopía de Jesús

JUAN BOLÍVAR DÍAZ
«Ella está en el horizonte – dice Fernando Birri – Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar».

La cita es del comprometido escritor uruguayo Eduardo Galeano: «Ventana sobre la Utopía», y me la trajo en estos días el amigo Gustavo Rojas Lara, un médico que trabaja para el Estado con la mirada puesta en el mañana y la convicción de que la vida es un eterno peregrinar, corriendo detrás de los sueños, o todo se vanaliza y se evapora con el paso inexorable del tiempo.

Me vino como anillo al dedo cuando reflexionaba tratando de encontrar un ángulo nuevo a la celebración de las fiestas navideñas, cuyo origen y motivación la mayoría se empeña en ignorar u olvidar, que es una manera de evadir el compromiso al que nos desafió aquel dulce rabí de Galilea cuyo nacimiento en un pesebre celebramos en Navidad.

No me cuento entre los puritanos que condenan las fiestas y hasta la menor distracción o bebida, tratando de ignorar que fue con vino y no leche con que Jesús de Nazaret se despidió de sus discípulos. Ni siquiera estoy de acuerdo con que se prohíban los fuegos artificiales que son expresión universal de alegría y tradición nacional. Sí con que regulen estrictamente su fabricación y uso.

Con alguna moderación disfruto de la alegría y las fiestas navideñas. Pero también busco superar las superficies para hurgar en las profundidades. Me adscribo a las utopías de Jesús que ordenó a sus discípulos «que os améis los unos a los otros, como yo los he amado».

Tan importante fue para él ese principio que cuando le preguntaron cuál era el gran mandamiento de la ley, respondió «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente». Pero inmediatamente añadió que «este es el primero y grande mandamiento, pero el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Las festividades navideñas y de fin de año son siempre una oportunidad para renovar el compromiso con la sociedad, para salir en busca de los demás, para expandirnos y encontrar en los que nos rodean el más profundo sentido de la existencia, y a través de ellos cultivar los sueños de justicia y libertad para todos los seres humanos.

¿Qué eso es utópico? Puede que sí, pero de utopías viven los espíritus, a los que apeló el más grande y exitoso de los profetas y de los utópicos de la tierra para exhortar a ser sal de la tierra y luz del mundo.

Creo y amo a los mansos y humildes, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los que padecen persecución por causa de la justicia, como proclamó Jesús en su sermón de la montaña, recogido en el capítulo 5 del Evangelio de Mateo.

La Navidad es renovación del compromiso coherente con los principios cristianos que recomiendan buscar primero el reino de Dios y reconciliarse con el hermano para solo después ir al templo a presentar su ofrenda. Es jurar por las banderas de un mundo mucho mejor que el que defendían los escribas y fariseos que colaban los mosquitos pero se tragaban los camellos.

Aquí en nuestro tiempo, hay que reivindicar las utopías como aliento de vida y esperanza. Es mucho más necesario cuando hay quienes creen que carece de sentido la lucha por los valores sociales, o que este país hay que abandonarlo, entregarlo por completo a quienes se lo han apropiado.

Sino por nosotros, por nuestros hijos y nietos y por los que vendrán detrás de ellos, hay que proseguir soñando con una sociedad mejor organizada, más equitativa, más abierta a las aspiraciones de todos los seres humanos, y trabajando para ganar siquiera pequeñas escaramuzas por la justicia.

Que esta Navidad podamos desear con sinceridad felicidades a todos y en los abrazos reconfortarnos y proponernos proseguir levantando las utopías sociales, conscientes de que sembramos para que otros cosechen, viviendo la alegría de viajar en una nave planetaria, pluriespacial, con sueños y realizaciones colectivas.

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