La persistente difusión de mentiras a través de las redes sociales

La persistente difusión de mentiras a través de las redes sociales

Lo que en el siglo 19 existía en los periódicos tradicionales como recurso para conquistar lectores impactándolos con noticias sorprendentes y exclusivas, pero a veces también con falsedad de contenidos, logra hoy como aspecto indeseable de la modernidad una presencia arrolladora en medios digitales. Las mentiras vuelan con alas electrónicas poderosas. Versiones de ropaje verosímil que comúnmente desinforman y dañan reputaciones de personas y entidades contra las que arrojan pocos resultados los antídotos de que dispone la sociedad.

Los estudiosos de este fenómeno coinciden en que en el presente, y más que antes, las falsedades que generalmente proceden en primera instancia de nidos de maldad, «se difunden significativamente más lejos, más rápido, más profunda y ampliamente que la verdad en todas las categorías de información y, en muchos casos, en magnitud». Lo anterior coloca entre comillas lo que textualmente en ese sentido ha afirmado Sinan Aral, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Entrando en consideración sobre la vulnerabilidad en que por lo regular se encuentran los destinatarios de los llamados «fake news» proliferantes, en columna publicada por acento.com.do, José M. Santana sostuvo recientemente que para la República Dominicana, la forma en que prosperan los engaños informativos es de particular importancia debido a «las faltas de regulaciones a lo que se comunica por las redes sociales, tanto desde las propias organizaciones políticas como desde las esquinas de influencers y youtubers».

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El resultado de un estudio aplicado en este decenio indicó categóricamente que la sociedad dominicana es víctima de la difusión de noticias falsas a través de las redes sociales, criterio sustentado por las egresadas de la Universidad UNIBE Lynette Mota Belliard y Andrea Cuello a partir de un hecho que percibían: a través de la comunicación digital, y a raíz de la situación creada en el país por la pandemia del covid-19, las noticias falsas alcanzaron niveles exponenciales. Entendían que por medio de las redes que dominan el Internet «el poder de la difusión de información tanto falsa como verídica, causa de igual manera un impacto instantáneo a grandes masas».

Trastornos sociales

Y en efecto, a raíz de la pandemia aumentaron su vigencia las plataformas falsas, las estafas financieras; las desinformaciones que daban por muertas a figuras públicas, contagios del coronavirus a personas de relieve y el propio Gobierno anterior admitió que se habían multiplicado las noticias falsas, los rumores infundados y las campañas para robar contraseñas, información personal y financiera y penetrar a los archivos de instituciones del Estado y organismos de salud.

Indhira Suero, periodista cultural, analista y becaria Fulbright, escribió para entonces un texto sobre «El coronavirus en República Dominicana: 7 mentiras, rumores y desinformaciones sobre COVID-19». En ese marco se refirió a que la embajada de China llegó a denunciar una campaña sucia que incluyó mostrar documentos falsos para atribuir a su Gobierno facilitar «compras/donaciones de equipos médicos por parte de un candidato presidencial dominicano”. Oficialista, por demás.

Paralelamente, la diseminación de «fake news» en República Dominicana fue considerada una de las principales causas de que un importante número de personas, sumidas en pánico por manipulaciones se abstuviera de vacunarse contra el virus que atacaba porque se hacían rodar desinformaciones por la red Twitter sobre el supuesto carácter dañino de las inoculaciones sin las correspondientes evidencias, afirmación solo amparada en la palabra de quienes la difundían.

Entre las personalidades que han sido objeto del retorcimiento de versiones figuró tiempo atrás la senadora Faride Raful, a quien un mensaje atribuyó una mayúscula aprobación de préstamos en menos de dos años, siendo absolutamente falsa la cifra de 17 mil millones de pesos. Simplemente ella preside una comisión senatorial que no convierte en ley ni en obligación de Estado todo lo que pasa por sus manos y lo que realmente estuvo en curso por la cámara alta en año y medio supuso contraer endeudamientos por 14 mil y pico de millones de dólares.

La propalación de “fake news”, al menos los que suelen estar enfocados en República Dominicana. expresan pretensiones inescrupulosas de captar seguidores (likes) que llegan al público sin ningún tipo de prueba y en el que aparecen quienes incurren en reproducciones sin previa comprobación de veracidad y sin sufrir consecuencias legales, causando daños considerables e irreparables a la imagen de las personas mencionadas. Dosis digitales que brotan con impunidad y pueden generar un exacerbado malestar social.

Derrotaron a Hillary

El diagnóstico de sobresalientes analistas convencidos de que las noticias falsas y las redes sociales fueron determinantes para que Donald Trump ganara las elecciones en 2016 movió a la estudiante española de comunicación y política Ángela de Solís a revisar estudios que la llevaron a la conclusión de que en la era de las falsedades electrónicas y la post-verdad, ya no basta con discursos para impulsar las campañas políticas: es necesario contar con el monstruo publicitario contenido en la Internet.

Citando en uno de sus ensayos el resultado de una investigación de la Universidad del Sur de California, colocó a Trump con supremacía de presencia en el medio digital sobre la candidata demócrata Hillary Clinton, desigualdad impulsada de manera artificial por el equipo del republicano que reproducía informáticamente bots (repetición automatizada de falsedades) o utilizaba cuentas ficticias para retransmitir mensajes de Twitter que crearon tendencias de opinión o trending topics.

Para Ángela de Solís, la expansión de las noticias falsas en las redes sociales constituye uno de los principales riesgos globales y en Estados Unidos ese crecimiento influyó en las elecciones y lesionó la democracia, demostrándose que las personas que apoyaban a Trump eran más propensas a visitar sitios web de noticias falsas (40%) que los partidarios de Clinton (15%). Una marejada conservadora de votantes estadounidenses estuvo electrizada por los paquetes de infundios a que recurrieron las súper células electrónicas de Donald.

Peligro de contagio

Las ofensivas calumniosas cuya divulgación facilitan las redes incluyen el riesgo de que sus efectos nocivos puedan extenderse hacia más destinatarios con ayuda de los medios de comunicación tradicionales impresos, digitales y televisivos. En prevención y con auspicios del Colegio Dominicano de Periodistas acaba de celebrarse en Santo Domingo un foro sobre los nuevos retos del periodismo en el que se escucharon reclamos de levantar barreras contra el frenesí de las mentiras que llegan al público sin sellos de garantía.

«El periodista no puede dejarse llevar de la supremacía de la inmediatez; debe investigar con las fuentes toda información que maneje antes de ser lanzada. ( ). No todas las primicias son buenas ni todas las noticias son malas», dijo en una disertación Gesell Tobías, de la Voz de América.

Su colega Celia Mendoza abundó en el sentido de que «muchas personas que no son periodistas pueden tener acceso a imágenes e informaciones para publicarlas inmediatamente, muchas sin ser verificadas». Enfatizó en su recomendación de que los periodistas de formación trabajen en el sentido de ser una fuente real de noticias evitando la propagación de informaciones falsas. «Las fake news se dispersan en todas las plataformas digitales y no hay forma de regularlas».

Monstruo indomable

La publicación digital «PoléticaRD», a cargo de organizaciones y movimientos de la sociedad civil a cuyo favor trabajan, dictó una receta para neutralizar las «fake news» a base de «chequear las fuentes, analizar el impacto de sus contenidos, evitar «viralizar» información poco certera, reportar contenidos maliciosos o malintencionados, reconocer rápidamente que se ha compartido información errónea, etc.»

Pero los emisores de falsedades incurren en la particularidad de apelar fuertemente al lado emocional de las personas, con lo que evitan el filtro racional que se impondría a un contenido en condiciones normales. Se comprende que se trata de una debilidad generalizada que permite que las redes sociales sean el medio de mayor rapidez en cuanto a expansión de mensajes.

En su proyecto de grado para obtener una licenciatura, Laura Elisa Mena propuso en 2020 «Identificar las redes sociales por las que más se propaga la desinformación en República Dominicana, establecer cuáles situaciones desencadenan la propagación de noticias falsas, conocer cómo están lidiando las personas con esta situación en la actualidad y luego desarrollar estudios y analizar los resultados con conclusiones».

Pasa a ser importante también realizar congresos para concienciar a la población de todo lo que puede traer consigo la propagación de noticias falsas y presionar al Estado en su sector de Educación, para incorporar como materia de algún programa de enseñanza la «Alfabetización Mediática».

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