La perversa relevancia de las encuestas

La perversa relevancia de las encuestas

Amigos muy queridos, miembros de un partido de oposición, no acaban de entender que aún los ciudadanos muestran mucha desaprobación al gobierno de Fernández, no se deciden a inclinarse a los candidatos de su partido.

La respuesta, al igual que en 2008, es que  muchos electores son clientes del partido de Gobierno, y otros no tantos, no creen que los candidatos de la oposición sean mejores que los oficialistas.

En nuestro país el tema de las encuestas ha alcanzado un nivel de relevancia definitivamente perverso. A ello se debe que la trayectoria moral pública y privada de las personas no sean  respetadas en absoluto cuando de atacar encuestas se trata.

No solamente en el caso de los sicarios radiofónicos y de los cuadros de tragicomedias de la mañana y de la tarde; sino también de gente  de mayor formación profesional, como es el caso del ex funcionario de Hipólito, Jesús Feris Iglesias.

 No conozco ningún otro país en que se le de tanta importancia al tema. Probablemente debido a la gran cantidad de personas que tienen la expectativa de obtener beneficios de sus vínculos con los sistemas clientelares de los partidos. Ocurre, pues, que las encuestas se han hecho parte de un sistema de apuestas, de inversiones de negocios, y del más craso y descarado oportunismo de activistas y líderes, y hasta de los más zánganos de los electores.

En vez de orientar sus votos a partir de valores, capacidad y características de personalidad de los candidatos, se negocia en las formas más desvergonzadas.

Oportunamente, los candidatos usan las encuestas, no necesariamente para mejorar la calidad de su oferta y propuesta al electorado, sino para aliñar y cargar sus discursos de falsas promesas.

Algunos empresarios encargan encuestas para conocer las posibilidades de los diversos candidatos, a fin de maximizar sus inversiones en aquellos que les convienen y sacar de juego a molestos “pulgones” sin reales posibilidades.

Pena y derroche, porque se trata de una inversión que a menudo no va a favor de los que mejor podrían ayudar el país.

Existen también los “guruses” de la política y el acontecer económico, a sueldo o con fuertes compromisos con grupos de interés, que ven en las encuestas sus competidoras, especialmente, cuando las encuestas y sus “pronósticos” no coinciden. Pero no se quedan atrás los astrólogos y los brujos, muchos de los cuales las buenas encuestas (porque hay otras, además de la nuestra), han dejado sin empleo.

De manera que no dudamos, que en La Maguana, y entre los apostadores, los vividores y los oportunistas de la política, cuando sus adivinaciones y acertijos no les cuadran, cunda el pánico. (Continuará, el Señor proveerá).  

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