La perversidad para
destruir a la nación

La perversidad para<BR> destruir a la nación

Existen muchos sectores dominicanos preocupados por el rumbo que va tomando el país hacia una probable disolución, de ver de cómo los valores importantes de un ser humano, que vive en sociedad, se han ido desmoronando desde hace más de 40 años, con una marcada aceleración en los pasados diez años.

Ya no es un secreto para nadie que la desintegración del núcleo familiar es la responsable de la alarmante pérdida de valores, que antes eran el sello de distinción de los hogares dominicanos, viviendo conscientemente de sus responsabilidades para su comunidad y su nación.

Pareciera que una enorme nube negra de tormenta, manipulada por una mente maestra, ha llevado a la sociedad al umbral de unos valores, anteriormente desconocidos, convirtiendo a cada miembro de lo que era la familia, en seres antagónicos enfrentados para proteger sus patrimonios.

No hay que ser un vidente para darnos cuenta que las influencias que se reciben de casi todas partes del mundo, gracias a los modernos sistemas de comunicación, han empujado a una globalización para la cual no estábamos preparados. La perversidad del desmoronamiento familiar se ha extendido como una epidemia.

Pareciera que los reductos morales de la humanidad se han ido reduciendo, alojándose, como cosa muy admirable, en los países de Asia, dueños de una milenaria tradición familiar forjada en torno a la educación, la disciplina, amor a su patria y al trabajo, de forma que muchos de esos países con más de 3 mil millones de personas, serían los responsables de evitar que los vicios de las sociedades occidentales de América y Europa les carcoman sus valores sostenedores de su ejemplar forma de vida.

Los dominicanos estamos bajo la influencia de una mente maestra de la perversidad, que empuja, en cada sector social, a solo pensar en los beneficios para disfrute hedonista de los bienes, incluso arrebatándolos de los propios patrimonios familiares.

¿Qué nos ha pasado? El estrecho contacto de los dominicanos con las principales y más desarrolladas sociedades occidentales, ha influido de mala manera en la conducta que se manifiesta en todos los estratos de la sociedad. En los sectores de bajo ingreso, el incremento de la delincuencia, asociado al narcotráfico y otros desmanes, ha contribuido a formar núcleos de poder económico que no le temen a la represión oficial.

Pero en los sectores medios y de clase alta, el fenómeno es más volátil, ya que sus rasgos más importantes es cómo se abusa de la autoridad de los padres, se aceptan como buenos y válidos los medios para amasar más fortunas, celebrando el despliegue de bienes y propiedades lujosas. Para obtener el apoyo a ese gasto conspicuo, se atraen recursos mal habidos, provenientes del lavado, de las drogas, y de lo que es peor, engañando a los consumidores con los productos de sus empresas, que siempre han disfrutado de subsidios y apoyos oficiales para la supuesta competitividad. Pero la perversidad actual se aloja en mentes maestras que, manipulando las ambiciones humanas, las han empujado a convertirse en los paradigmas de lo que deben ser hombres y mujeres que aseguren una cómoda existencia, no importando caer en una abyecta corrupción, como la que padece el país en la actualidad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas