La perversión de la palabra democracia

La perversión de la palabra democracia

El círculo de la política se produce de manera cíclica y se desplaza en un movimiento contrario a las manecillas del reloj, en un barajar las fichas de derecha a izquierda.

Primero, combatir la dictadura, combatir aquellos que usan las buenas palabras con propósitos distintos a su significado decente, humano, responsable, limpio.

Todas las dictaduras, tiranías y gobiernos unipersonales o de grupos ideológicamente comprometidos e identificados, sostienen, pregonan y actúan con una careta que colocan a sus instituciones para que aparenten mantener un ejercicio democrático.

El combate contra la tiranía obliga a planear qué hacer cuando desaparezca el opresor. Lo primero es decidir sobre la forma de gobierno y la decisión es unánime, todos dicen que debe de ser democrático.

La democracia es como la muchacha bonita que cumple 15 años: todos quieren bailar con ella aunque no sepan bailar o tengan otras intenciones. De todos modos, todos son demócratas.

La democracia moderna se expresa, se representa en un gobierno de la nación dividido en tres poderes fundamentales: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Esos poderes son el resultado de un elemento precario, fácil de desviar, demasiado débil cuando la fuerza se impone y se le tumba el pulso al voto popular.

La coacción, el engaño, la compra de votos, las amenazas directas o veladas, el abuso de autoridad, la zancadilla, el crimen de Estado, el abuso de autoridad, forman parte de una violencia centrípeta capaz de tergiversar y ahogar la voluntad popular.

El dominio de los tres pilares del Estado por un partido, por un grupo, por una corriente de acción o de pensamiento, desequilibra el ejercicio del poder y el país pasa a ser gobernado por una dictadura.

Ya sea que se trate de una dictadura unipersonal, de grupo o de una corriente ideológica, el ejercicio de los derechos se reduce de manera que todos carecemos de seguridad jurídica puesto que, de una y otra manera, el gobierno presiona, acogota, abusa y, como carece de freno, se emborracha con el mando.

Insistir sobre esta tema es un deber, una obligación, es abrir los ojos a quienes no se dan cuenta de que por todos los puntos cardinales el ejercicio de la libertad, de la democracia, está condicionado por la voluntad de los que mandan, quienes pervirtieron los mecanismos de contrapeso y sólo hay un modo de actuar libremente: si se es del partido, del grupo que gobierna.

Denunciar el secuestro de la democracia es el primer deber, denunciarlo en todos los escenarios, hasta que la gente se percate de la necesidad de desplazar al grupo político que maneja todos los poderes públicos, por ser dañino para la nación.

La consigna de la hora es unidad y una sola meta: sacar al PLD del poder. Quien divide traiciona.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas