Desde que Haití logró su independencia ha sido una pesadilla sin fin
Los dominicanos nos hemos acostumbrado a la perturbada vida política de los vecinos occidentales que si no fuera por la dependencia nacional a su mano de obra pasaran ignorados por los dominicanos.
Ha sido una pesadilla sin fin desde que los haitianos lograron su sangrienta independencia en 1805 después de haber exterminado casi por completo la población blanca de sus colonizadores franceses y erradicándolos de su vida institucional. Convirtieron algunos de sus gobiernos en monarquías e imitaron a sus antiguos amos franceses que llevó a Henry Cristóbal, en la zona de Cabo Haitiano, a establecer su reinado.
Establecidos los haitianos en occidente, como era lógico, pusieron su vista en la colonia española de oriente. Y en 1822, después de apoderarse de 4 poblaciones españolas: San Miguel de la Atalaya, San Rafael de la Angostura, Hincha y Las Caobas, vinieron en enero 1822 a ocupar esta parte de la isla.
Las tropas de Boyer pretendieron borrar todo vestigio de la colonia española que desde hacía años había sido abandonada por España dejándola en banda, sujeta a cualquier aventurero que quisiera ocuparla como hicieron los franceses con la isla de la Tortuga y luego para 1628 se asentaron en el territorio occidental de la isla. Después del Tratado de Basilea de 1795, los españoles acordaron entregársela a los franceses en su totalidad para luego la nueva nación haitiana en 1822 alcanzaron sus metas de ocupación y dominio isleño.
Los 22 años de la dominación haitiana fueron traumáticos para la escasa población criolla que permaneció en el terreno y en donde Juan Pablo Duarte con su obsesión de la libertad encontró un terreno apto para sus ideas separatistas y libertarias, lo cual fue logrado en 1844 con la escasa población del oriente español de la isla.
El antagonismo y odio haitiano enconado a los españoles se exacerbó cuando sus expediciones militares al oriente isleño acabaron en fracasos sin poder recuperar lo que había sido de ellos hasta 1844. Después de la última batalla de 1856 los haitianos se aquietaron y aquí llegó el funesto motivo de la anexión a España prohijada por el héroe más vilipendiado de la nación a dominicana.
Pedro Santana había nacido en Hincha y después del apoderamiento haitiano de la población en 1808 su familia cruzó la frontera y se establecieron en El Seibo siendo un niño. Cuando sucedió la batalla de Palo Hincado solo contaba con unos 8 años de edad. Fue un pariente de Pedro que le cortó la cabeza al jefe francés Louis Ferrand, que se había suicidado después de la derrota, trasladándola a Santo Domingo para exhibirla.
Las convulsionadas vidas de los rivales de las dos naciones isleñas, se apaciguaron cuando las tropas norteamericanas ocuparon en 1915 a Haití y al año siguiente le tocó a República Dominicana. Los norteamericanos ocuparon el vecino territorio hasta 1935 cuando ya Haití se creyó que estaba más o menos estable. Nuestro país había sido desocupado en 1924 y ya en 1930 se había instaurado la dictadura de Trujillo que iniciaba su largo reinado de terror de los 31 años.
Haití ha atravesado toda una vida de intranquilidades en que no se ha descuidado en su rencor hacia los dominicanos hasta que en la década de 1960 eliminado Trujillo la nación dominicana iba creciendo en libertad y desarrollo que convirtió a Haití en su principal socio comercial para abastecerlo y ellos apoyando su contrabando tradicional que la frontera no tiene ninguna validez para ellos.
La dependencia haitiana al desarrollo dominicano es esencial, así como los dominicanos dependemos de la mano de obra del vecino país en que el flujo de occidente hacia oriente es imparable para buscar seguridad de la existencia en el territorio vecino al que ellos todavía sueñan con recuperar.
La tragedia del pasado miércoles 7 va a plantear un nuevo tratamiento a las relaciones isleñas. Esos vecinos dependerán más de los alimentos dominicanos pese a su empecinamiento de construir un rústico canal para tomar aguas del río Masacre y conducirla a unos terrenos en la zona de Juana Méndez. Su construcción se inició sin un acuerdo isleño.
El malogrado presidente Moïse quiso imponer su terquedad de hacer las cosas sin consultar y pasando por encima de los acuerdos y a quienes se le imponía que lo llevó a su inmolación cuando un grupo de mercenarios acabó con su vida. Ya él había violado el término de su mandato y ya casi era un paria en su propio país. Él trataba de domesticar a sus indomables huestes que inundan las calles de las poblaciones haitianas y con una posible manipulación de los haitianos para hacer creer que los dominicanos tuvieron parte en el magnicidio.
El magnicidio haitiano va a plantear un nuevo tratamiento a las relaciones isleñas