La plaga burocrática

La plaga burocrática

En la Administración Pública se conjugan todos los servicios del Estado, como institución de Derecho. Todas la personas en un momento determinado con mayor o menor frecuencia acuden a las oficinas públicas y dependencias del Estado para satisfacer alguna demanda o una necesidad, personal o colectiva. Es la Administración Pública el contacto más inmediato e importante que tiene el ciudadano con el poder establecido, y con sus representantes, que son, al mismo tiempo, entiéndase bien, sus servidores, no sus mandantes.

Fuente de empleos inagotable, manejadora de cuantiosos recursos económicos y financieros, detentadora del poder coercitivo, se convierte en una verdadera fuente de poder para proceder en bien o en mal. Para actuar éticamente o inmoralmente, haciendo lo que se debe hacer eficientemente, con transparencia y pulcritud, o por lo contrario no haciendo nada, haciendo lo indebido o dejando que otros hagan lo que no deben hacer.

“La ética pública estudia el comportamiento de los funcionarios en relación con el servicio público.” La moralidad de la actuación del funcionario habrá de juzgarse en relación con la finalidad del servicio público que justifica la propia existencia en evidencia con la etimología de la palabra “Ad-ministrare” siendo su razón de ser la prestación de servicios (públicos o privados) al ciudadano o al usuario para satisfacer necesidades individuales o colectivas en su provecho, como contrapartida de su legítimo derecho y la tributación que paga al fisco.

i. Héctor Figueroa Rasso escribió como divertimento personal un pequeño volumen titulado “La Plaga Burocrática” dedicado al Presidente de entonces José López Portillo “que sacará a México de su agonía” recogiendo en él un mundo de pasajes caricaturescos, satíricos, irónicos, de humor negro que todo nacido, en un momento u otro, hemos padecido dejándonos en la piel un sabor agri-dulce que millares de lectores han saboreado a juzgar por sus múltiples ediciones. Y en la Cuba Revolucionaria de Fidel, fue llevado a la pantalla del cine la genial producción “La muerte de un burócrata”, todo un poema, un éxito taquillero del que muchos disfrutamos sin llenarnos de nostalgia. Y viene al caso a propósito de estas dos obras notables algo que no me deja dormir. Un caso patético entre los muchos que tenemos que vivir y sufrir diariamente donde reina fríamente, con absoluto desdén la burocracia.

Una sociedad constituida por médicos prominentes para dar servicios de diagnósticos clínicos y asistencia, fundada en 1974 con un pequeño capital de RD$100,000.00 dividido en 2,000 acciones de RD$50.00 decide, después de dos décadas de inactividad productiva, disolver la sociedad y liquidar su único bien patrimonial, para saldar sus deudas y las acciones de sus miembros. Se asesora y comienzan los pesados trámites de lugar para el fin propuesto y comienza Cristo a padecer cuando se somete el expediente a la Dirección de Registro Mercantil para que le expida su Certificado de Defunción, no otra cosa se quiere, habiendo saldado el pasivo existente, pagado los impuestos fiscales a la DGII y vendido el inmueble. Más de 9 meses han trascurridos entre idas y venidas, exigencias absurdas y otras pertinentes que han podido superarse con buena voluntad. Pero la plaga burocrática se empecina. Es obstinada.

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