La plaga delincuencial en el valle de Peravia

La plaga delincuencial en el valle de Peravia

Baní, aquella tranquila población que conocíamos hasta la década del 80 del siglo pasado, ya desapreció. La ola de la modernización con el ingreso de millones de pesos de origen oscuro transformó una comunidad que hasta entonces había sido un modelo de convivencia y que Eugenio María de Hostos la había llamado “Baní es una sola familia”.
Transcurrieron muchos años para que la sentencia hostosiana perdiera su valor con el aumento de la población y la extraordinaria diáspora de banilejos hacia ultramar en especial hacia Estados Unidos y su costa este en Boston y New York. Allí adquirieron los grandes vicios y ambiciones que adornan esa sociedad capitalista de explosivo progreso, dando lugar al involucramiento de sectores de los inmigrantes banilejos en el negocio de las drogas. Ese negocio crece como la verdolaga en las calles norteamericanas para trasladarse desde hace más de 50 años a las tierras dominicanas.
Baní no pudo ser la excepción del explosivo crecimiento de las poblaciones dominicanas permeadas por las drogas en todas las direcciones cardinales, arropando las tierras agrícolas, que en el caso de Baní, eran invaluables por las riquezas que generaban en la agricultura. Los campesinos vieron sus terrenos agrícolas transformados por la varilla y el cemento en modernas urbanizaciones con residencias majestuosas de muchos expatriados quienes habían hecho del lavado del dinero su modo de vida. Y en ese segmento de prosperidad banileja encajaban los exitosos peloteros de grandes ligas que de un origen muy humilde, y escasa educación, elevaron su nivel de vida y lo demostraban con la majestuosidad de sus villas y exhibición de los automóviles más lujosos que circulaban por las vías del pueblo.
Baní se convirtió en ciudad con una mezcla del dinero bien habido de los peloteros y de los empresarios que veían sus negocios prosperar al vapor junto con las ofertas provenientes del negocio de drogas. Era un florecimiento inusual para una comunidad que había sido casi rural hasta los años 70 del siglo pasado. Los vendedores de bebidas en los famosos “drinks”, de materiales de construcción en especial los de lujo y los distribuidores de automóviles de alto costo que permiten ver en las calles de Baní y de sus campos aledaños los vehículos más sofisticados, solo soñados por verlos en televisión, en el cine o en revistas como un Lamborghini. Al mismo tiempo prosperaban con mucho volumen los sitios de bebidas informales o colmadones con las más costosas en el mercado. Pero no existe una proliferación de restaurantes para ofrecer el buen comer ya que por el origen de los nuevos ricos banilejos su humildad gastronómica conservaba la conocida de ellos en los años de estrecheces. No son dedicados a degustar platos gourmets como los que se ofrecen en el polígono central de la Capital.
No hay dudas de que Baní ha sido carcomido en muchos segmentos por el empuje del negocio del lavado y distribución de la droga. Y los hechos ocurridos en los pasados años y mas el de la pasada semana cuando un coronel de la Policía Nacional fue asesinado a ojos vistas, y frente a las vacilaciones de sus compañeros, habla a las claras del grado de involucramiento de sectores oficiales. El pueblo, arrodillado ante unas autoridades que no les interesa enfrentar la situación por los beneficios que se derivan por hacerse los ciegos frente a las operaciones delictivas. A una buena parte de las autoridades, los delincuentes les mantienen una cuota generosa de apoyo económico por el cual los protegen y son sus sicarios. Garantizan de no perturbar sus negocios no importando de como una juventud se carcome y pierde sus esperanzas y valores.
El silencio arropa las casas y calles de Bani por una población temerosa de enfrentar a quienes se exhiben con su poder a todas horas y disfrutando de los placeres que proporciona un dinero obtenido de sus transacciones de drogas. Esto permite la existencia de decenas de puntos de expendio que aun cuando se trata del micro tráfico, también, como ocurre en otras poblaciones del país, es de una abundancia muy comprometedora y perjudicial para el futuro de la Nación.
Los sectores banilejos, conscientes de la problemática, se están sacudiendo de su miedo e indiferencia para disponerse a enfrentar una epidemia que podría acabar de destruir todos los valores de un pueblo de tanta importancia para el país. Y es que los seres humanos de toda la historia que bebieron las aguas del rio Bani y respiraron los aires que circulaban en el valle de Peravia, durante siglos han dado ejemplo de civismo y patriotismo. Ahora, al verse amenazados en sus tradiciones y cultura, sabrán llevar a cabo la tarea del rescate del valle para devolverle el brillo que distinguía a los banilejos en todo el país por sus valores tradicionales de seriedad, elevada cultura y de trabajo.

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