La plancha y el molde; la prensa y la horma

<p>La plancha y el molde; la prensa y la horma</p>

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
En los viejos mapas de las Antillas Cuba es una isla estrecha y larga, un estilete a punto de clavarse en el golfo de México. En un discurso político pronunciado este mismo mes por un joven de La Habana oí decir que la Revolución Cubana era “un puñal enterrado en el corazón de los Estados Unidos”. Con frecuencia escucho aquí que esta o aquella medicina “es un cuchillo”; con lo cual se quiere enfatizar que el remedio es de efecto inmediato; que corta la enfermedad como un carnicero corta de un tajo el costillar de una res.

Estilete, cuchillo, puñal, son palabras de uso popular, en La Habana y en toda Cuba. En la biblioteca de la Unidad de Investigación conservan un libro, editado por Cultural, S. A. en 1930, titulado Ecue, Changó y Yemayá, escrito por el señor Juan Luis Martín. Este hombre da las gracias en el prólogo a Fernando Ortiz, persona que inició en Cuba los estudios de antropología. Según Juan Luis Martín, Fernando Ortiz seguía la escuela antropológica de Lang y este incitó a los cubanos a leer a Max Muller, un profesor de Oxford. En este libro se explican dos tendencias de la cultura afrocubana: la ofiolatría o adoración de las culebras; y la hidrolatría, que es la divinización del agua. En esas páginas puede comprobarse el valor ritual de los cuchillos; y lo mismo el origen remoto de que una bailarina salpique con agua a la concurrencia en un salón de espectáculos.

Este libro lo encontró Medialibra hace más de un mes. Hubo que repararlo porque las páginas están secas y se quiebran al hojear el volumen. Lidia le tiene mala voluntad a Medialibra y desconfía de él. ¿Cómo puedo yo enterarme de estas cosas si no recurro al archivero? Son libros agotados completamente, de los cuales no hay rastros en las grandes bibliotecas del mundo. Los cubanos creen que las enfermedades son causadas por “ñangas” malignos o por “ñeques”, sean enanos o gigantes. Para impedir la “acción patógena” de estos malos espíritus es preciso invocar a Changó. Los caparazones de las hicoteas pueden ser albergues de peligrosos “ñeques”. Los alimentos deben condimentarse con pimienta para evitar el influjo de un ñeque. Hay babalaos especialistas en preparar “escudos contra los ñeques”, unos collares de rodajas de maíz con cuentas de coral. Son talismanes preventivos. Pero también existen medicinas para expulsar los “ñeques” que ya se han alojado dentro de una persona.

Changó es Santa Bárbara, abogada cristiana de los que mueren violentamente, protectora de los militares que trabajan con explosivos, artilleros o encargados de la custodia de arsenales. Changó también es la fuerza capaz de “poner freno a las injusticias o a los abusos”, explica Juan Luis Martín. En el culto a Changó se alcanza el éxtasis a través del “poder hipnótico del quimbombó”, esto es, del molondrón. Hace dos semanas, durante una sesión de trabajo en la Unidad, hablé con tres dirigentes comunistas del interior del país; todos eran viejos militantes del Partido y habían cursado estudios de economía política y de historia social; los tres estaban protegidos por amuletos de Changó. Ninguno aceptó que la santería fuese una “subreligión”, como designan a las prácticas rituales ñañigas algunos antropólogos. Eran científicos materialistas y, a la vez, animistas creyentes en la magia yoruba. Nadie ve en esto una contradicción. Piensan que en todos los casos lo mejor es pedir consejo al babalao. Hay ceremonias en las que se utilizan unos machetes curvos, semejantes a guadañas o segadoras. No he podido saber el sentido de su valor simbólico. Tal vez no hayan querido explicárselo a un extranjero.

Los periódicos cubanos llegan al hotel todos los días, Granma Internacional en primer lugar; Juventud Rebelde y El Habanero, se reciben también; pero no los veo con regularidad. Pregunte dónde estaban las oficinas de El Habanero; me dijeron que tendría que ir al Paseo de la Revolución; enseguida inquirí sobre los redactores de Juventud Rebelde. ¿Son jóvenes rebeldes? Medialibra, ordinariamente tan prudente, contestó que ya la rebeldía había sido olvidada; actualmente son jóvenes mansos, adaptados a la escasez y a las limitaciones del régimen político. No son ideológicamente entusiastas, ni tampoco disidentes. – ¿Dónde queda la redacción? – En Territorial y General Suárez. – ¿Y la de Granma? – Igual, en Territorial y General Suárez. – ¿Es una calle llena de periódicos, entonces? – Sí, señor, El Habanero esta ahí, lo mismo que el Periódico de los trabajadores.

“La prensa” es la expresión que usamos para referirnos al conjunto de los periódicos. Se dice Ley de Prensa, libertad de prensa, conferencia de prensa. La antigua imprenta de Gutenberg consistía en un torniquete que oprimía una hoja de papel contra los llamados “tipos móviles”; mas tarde los impresores aprisionaron “la forma” en un marco metálico que caía con cierta presión sobre los pliegos. “Planchas” se les decía antes a las matrices originales de las páginas de los diarios. Los periódicos actuales se imprimen en máquinas que seguimos denominando prensas, aunque no aprieten el papel. Sin embargo, los periódicos continúan ejerciendo presión sobre los lectores. Ahora son verdaderas hormas para la opinión pública. A pesar de ello, los ciudadanos no siempre son oprimidos. A veces somos suavemente “planchados” por la “política informativa” y el carácter de los espectáculos. La prensa “moldea” en forma parecida, tanto nuestras opiniones racionales como nuestras creencias instintivas. Mis abuelos llamaban “letras de molde” a los caracteres de la imprenta; por algo sería. L. Ubrique. La Habana, Cuba, 1993.

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