La plasticidad cerebral

La plasticidad cerebral

La plasticidad cerebral define una condición especial que tiene el cerebro humano de activar células neuronales como consecuencia de la acción de estímulos muy variados, que van desde los percibidos por nuestros sentidos, hasta la participación de elementos genéticos y los factores de crecimiento nervioso.

Es en verdad una capacidad restauradora y adaptativa del cerebro humano, que permite el aprendizaje, la memoria y, lo más importante, la conciencia discriminativa. Los cambios en tamaño y conductividad de esas neuronas activadas  los podemos evaluar y logramos ver cómo cambian esas células cerebrales con los estímulos del aprendizaje cultural y de los sentidos, además con informaciones corporales internas.

Haciendo una actualizada revisión del tema de la plasticidad cerebral, y sus implicaciones en la neurología, nos correspondió el honor de dictar esta semana una conferencia frente a colegas neurólogos y geriatras, sobre nuestra reciente experiencia en París, con el Cerebrolysin, el Renacenz, que es un moderno medicamento usado para mejorar la plasticidad en el Alzheimer, los traumas y   los derrames cerebrales. La razón fue por nuestra participación el pasado mes de julio en el evento mundial de la enfermedad de Alzheimer, y específicamente en el simposio “El tratamiento multimodal del Alzheimer -desarrollo de nuevos paradigmas-”, actividad llevada a cabo en el lujoso hotel Marriot Rive Gauche, de la capital francesa.

Antes creíamos que  el cerebro funcionaba como el programa de una computadora, pero el órgano rector funciona de manera radicalmente diferente, con mecanismos más complejos y sutiles, con circuitos neuronales que se comunican mediante un alfabeto de sustancias químicas llamadas neurotransmisores, donde cada acción humana implica millones de eventos moleculares, incluyendo cambios  en la expresión de los genes y la formación de nuevas conexiones entre las neuronas; eso define la plasticidad cerebral. Son respuestas con cambios neuronales inducidos por estímulos. El paso del tiempo nos ha enseñado que el cerebro es una estructura mutante en función de esos estímulos motivantes. 

Nunca usamos el mismo cerebro, sus funciones son como las aguas de un río, nunca es el mismo debido a esa condición de cambios permanentes en el tramado neuronal. Los estudios de la plasticidad cerebral en el pasado se limitaban  a estudios con animales, pues no es humano, ni ético y mucho menos permitido estudiar el cerebro humano como lo hicieron los nazis en los campos de concentración. Hoy mediante el avance de las neuroímagenes, es posible estudiar la plasticidad cerebral en los humanos sin ningún proceso invasivo.

Para la valoración de la plasticidad disponemos hoy de modernas técnicas radiológicas, que nos permiten evaluar en el cerebro la corteza gris pensante, la sustancia blanca, cómo se estimulan áreas del mismo  con las órdenes, cómo él actúa al conceptualizar ideas, esto mediante una serie de exámenes que incluyen las resonancias magnéticas: con morfemetría voxel, la funcional,  la de tensor de imágenes y la funcional conectiva, entre otras. Tecnología de punta, que hace cada vez más real aquello de conocer cómo funciona nuestra conciencia cerebral. Esta función de la plasticidad tiene participación fundamental en la elaboración de la conciencia, esa maravilla que hace al humano superior en la especie biológica, en razón de que le permite “ver” y abstraer lo visto, sino también “saber qué ve” y comunicarlo simbólicamente. Sin duda, un privilegio único no compartido por ningún otro ser vivo sobre la tierra.    

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