La pobreza de la campaña

La pobreza de la campaña

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
La presente campaña electoral es un intercambio de ataques y temores, de miedos y avances, insultos y acusaciones, mentiras sostenidas con cara de gente seria y salirse de entre las sogas con una grosería, los partidos se dejan llevar del que no tiene nada que ofrecer porque ya ofreció todo y  no cumplió nada.

La iniciativa la lleva quien tiene más dinero y copa los medios de comunicación con programas, anuncios y compromisos que le permiten tener los mejores espacios, ver desplegadas sus noticias, mientras el discurso de los otros se minimiza hasta hacerlo desaparecer entre anuncios mal confeccionados y titulares a una columna. Dirigentes importantes del partido de gobierno adelantan que la campaña será violenta y que perseguirán a los perredeístas.

Lo de la campaña violenta tiene que ver con la entrega de armas a miembros del Partido de la Liberación Dominicana. Un hombre recién armado, a quien se le pone un instrumento de muerte en sus manos, hasta por curiosidad, quiere ver cómo se dispara, cómo se hiere, cómo se mata. ¡Peligroso eso!

Perseguir a los perredeístas no es una política innovadora ni una demostración de que el PLD es un partido moderno con visión de futuro, nada más falso, perseguir a los perredeístas es más viejo que la actitud del general Gollito Polanco, cuyo grupo había perdido las últimas refriegas en los tiempos de la montonera y él estaba olvidado, con una mano adelante y otra atrás, lo tentaron y  luego de venderse al gobierno de turno proclamó una frase célebre entre los tránsfugas: “la paz es buena…pero con cuartos”. 

La pasada campaña congresional y municipal demostró que mucha gente tiene precio pero también que hay un sinvergüenza que lo tienta, lo asedia, se aprovecha de la miseria y lo corrompe.

En los inicios del siglo XXI la campaña electoral del 2008 parece que transcurrirá  entre caravanas, bandereos, el escándalo de los “discolai” reproduciendo música mala y consignas faltas de imaginación. Esto lo vemos y por eso tenemos que creerlo.

El elector necesita: – saber qué opinan los candidatos sobre el problema del hambre y cómo resolverlo; – los planes para erradicar enfermedades y elevar el nivel de la salud del pueblo;

– la opinión sobre el tema haitiano, invadidos como estamos y cuáles planes tienen para enfrentarlo y resolverlo;

– saber qué proponen para que los jóvenes salgan del bachillerato con conocimientos que les permitan iniciarse en el mercado de trabajo para pagar estudios superiores o especializarse en lo aprendido;

– saber si entienden que el país está  condenado a producir lo que quieren comprarnos o si somos capaces de diversificar nuestra producción para sustituir las artesanías de Colombia y Ecuador, las pinturas primitivistas y esculturas haitianas, los purés de mango y de cajüiles de Brasil, las semillas de cajuil y los maníes norteamericanos, la ropa y los calzados importados y, paro de contar para no ahogarme del encojo, de la rabia;  – saber cuáles soluciones tienen los candidatos para resolver el suministro confiable de energía eléctrica a precios que todos podamos comprar, o si entienden que la situación de abuso en los precios de la energía es el patrón que debemos continuar; – saber cómo afrontará el candidato ganador el problema del transporte urbano e interurbano de pasajeros y el del tráfico y transporte de carga; – conocer cuáles son los planes de cada candidato para frenar el corte indiscriminado de árboles, maderables o no, y su propuesta para la reforestación.

Estos, y otros temas tan importantes o más importantes que los enumerados, ni siquiera son tratados por candidatos cuyo único norte parece ser saciar el afán de poder.

Entonces uno se pregunta ¿el poder para qué? ¿Para seguir en la misma vaina?

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