La pobreza en República Dominicana la mirada de la academia

La pobreza en República Dominicana la mirada de la academia

La profesora Jenny Torres afirma que las mujeres sufren pobreza e inseguridad. Duany Núñez.

Según la doctora Torres, en el país el fenómeno de la pobreza se mide en términos de la línea de pobreza y no en base al Índice de Calidad de Vida (ICV)

En el país sobreviven cientos de miles de personas que no logran satisfacer sus necesidades físicas ni psicológicas básicas.

Esos son los que no tienen qué comer ni mucho menos un techo propio con energía eléctrica ni una llave dentro que les permita mojarse la vida. Su acceso a un seguro médico y educación es precario.

La investigadora social Jenny Torres aborda la pobreza desde la mirada académica y habla sobre las principales teorías que la explican, sus causas y consecuencias y cuáles son aplicables a República Dominicana.

Expone que en el país el fenómeno es medido en términos de la línea de pobreza y no en base al Índice de Calidad de Vida (ICV), lo cual considera un error que impide conocer el fenómeno en todas sus dimensiones y aplicar las políticas públicas correctas para combatirlo.

Eso contesta una pregunta colectiva ¿Por qué tanto crecimiento económico y a la vez tanta pobreza?

Ese tipo de medición promueve que la sociedad dominicana exhiba un crecimiento económico impresionante, bordeando posiciones cimeras en comparación con otras realidades latinoamericanas, sin embargo, posea un conjunto de personas que no logran alcanzar ese auge: “la pobreza es un problema social del que tendríamos que sentir vergüenza”, se indigna Torres.

Según su teoría, en el país el fenómeno se mide en función de los ingresos del hogar y no del territorio, por lo que, observa, se omiten muchos otros elementos a tomar en cuenta -como el hábitat, el saneamiento y la inseguridad ciudadana-, que son importantes para establecer las reformas socioeconómicas necesarias para reducir la pobreza.

“Cuando una familia, un colectivo vive en condición de pobreza tiene evidentemente un problema de ingresos insuficientes, pero a su alrededor hay muchísimos otros elementos”, acota.

En el libro Producción de Pobreza en El Mundo del trabajo, escrito en coautoría con Juan Luis Corporán, Torres procura aportar a la que considera una discusión pendiente en República Dominicana para reconocer el fenómeno de la pobreza.

Los autores coligen que existe, “el predominio de la idea de pobreza como carencia de ingresos; y cada vez se crea más necesidad de recoger cualquier acción que pudiera convertirse en ingreso del hogar y se computara para calcular la pobreza”.

“En ese particular, parece que la batalla contra la pobreza se pretende ganar al mejorar la forma de colectar el ingreso en las encuestas y no al reflexionar sobre la forma en que se conoce el fenómeno, en cómo se mide y en las respectivas políticas que se derivan de las decisiones anteriores”.

Una medición trunca

En el país se utilizan tres indicadores para medir la pobreza, entre los que se cuentan el Índice de calidad de vida (ICV), la línea de pobreza y la Pobreza Multidimensional.

El ICV se mide desde dos instancias: la primera es a partir del censo que se realiza cada 10 años y con el que se construyen los mapas de pobreza y la segunda, a través del Sistema Único de Beneficiarios (Siuben), adscrito al Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD).

El Siuben realiza periódicamente estudios socioeconómicos en los lugares que han sido identificados como zonas de pobreza para determinar quiénes serán los beneficiarios de los programas de transferencia condicionada o los subsidios gubernamentales.

La entidad lleva a cabo el levantamiento solo en el 60% del territorio nacional mediante el Índice de Calidad de Vida (ICV) y que utiliza las mismas variables empleadas para hacer el mapa de pobreza, según Torres.

Como país signatario del Oxford Poverty& Human Development Initiative (OPHI), la pobreza multidimensional se comenzó a calcular en el Gabinete de Políticas Sociales (GPS) y en el MEPyD.

En el primero se aplica una encuesta de hogar exclusiva para ese indicador de pobreza.

Si bien integra otros aspectos además del ingreso, como son los temas de salud, tecnología de la información, educación, entre otros, “nunca fue un indicador oficial”, observa Torres, porque fue una iniciativa del GPS.

En paralelo, el MEPyD también construyó un Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) distinto al del GPS, utilizando una metodología propuesta por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), pero ninguno de los anteriores son la medición de la pobreza en República Dominicana.

La línea de pobreza se convirtió en la medición oficial del país en 2012: “Cuando cualquier autoridad habla de la pobreza, se refiere a la pobreza monetaria, o sea, la línea de pobreza monetaria que solo contempla el ingreso del hogar”, explica.

Ese ingreso abarca lo que la familia percibe por el trabajo, las remesas y los programas de transferencia condicionada o los subsidios gubernamentales. Con la nueva metodología se contabiliza como ingreso, además, si la familia tiene niños en la escuela y por tanto reciben alimentación escolar y si la persona reside en una vivienda propia, lo que se conoce como alquiler imputado.

La experta afirma que esas tres formas estadísticas de medir la pobreza (ICV, la línea de pobreza y la Pobreza Multidimensional) son válidas para darle seguimiento a la política pública, “pero no son la pobreza, esos son elementos parte de la pobreza”.

“Esta medición no toma en cuenta cuáles son todos los componentes que el concepto pobreza involucra, porque omite el tema del hábitat, del lugar social, y como no está en el indicador tampoco está en la política pública que podría resolver el problema”.

Torres explica que, al parecer, “no importa dónde te ubiques. Pareciera como que es lo mismo ser pobre en Capotillo que ser pobre en Jimaní o ser pobre, ¡eh, no sé! en Herrera, ni lo mismo ser pobre en los kilómetros o ser pobre en Jarabacoa”.

“Esas formas de medir la pobreza, como no toman en cuenta esos elementos del hábitat, se quedan truncas”, afirma, porque hay una dimensión de la pobreza que está atada al territorio.

La autora lo ilustra haciendo un contraste entre las realidades sociales de los barrios de la cuenca del río Ozama y la frontera sur del país.

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