La poesía en el mundo de hoy

La poesía en el mundo de hoy

Sin duda los esquemas para entender el papel de la poesía en el mundo de hoy resultan cada vez más alejados de los tradicionales dogmas en que fue encerrada por movimientos y escuelas que trataron de anular toda estética que no estuviera acorde con los criterios que parecían haber descubierto la forma mágica dentro de una  academia, colina sacra o una tertulia. 

Asusta cómo el mercado parece arrinconar los libros de poemas.  Si es posible hacerlo con los libros, con la poesía no es posible, pues ella está en los más diversos soportes  y ha existido desde siempre. Una cosa es el poema, otra es la poesía y otro es el poeta.

En el reciente libro Cuerpo Plural editado por el Instituto Cervantes leemos en su parte introductoria:

Hace algo más de un siglo, en las prosas que componen el prefacio de su «Canto Errante» (1907), Rubén Darío defendía con pasión el lugar de la poesía dentro del mundo moderno y destacaba, en especial, su superior alcance cognitivo: “El poeta tiene una visión directa e introspectiva de la vida – escribía- y una supervisión que va más allá de lo que está sujeto a las leyes del general conocimiento».

Esta visión de la poesía y del poeta como veremos al final es resaltado en este libro y sobre todo en el poema que da titulo al mismo.

Góngora y Quevedo a través del culteranismo y conceptismo podrían ser un ejemplo paradigmático.  En nuestra América Pablo Neruda de un lado y Nicanor Parra del otro fortalecido con Ernesto Cardenal se constituyen en dos extremos, poesía versus antipoesía y al final un triunfo indiscutible de ambas poéticas con textos de una lucidez expresada en sus mejores momentos.

Tony Raful nos presenta un nuevo texto «Danza del amor y los mandalas» ¿Cómo situar este poema? Primero en la trayectoria de este autor que publicó por primer a vez hace 38 años  y al mismo tiempo en el espacio de la poesía nacional e internacional.  Comenzando por lo primero se trata de un poeta que desde el 1972 comenzó a darnos su perfil identitario con un libro inicial: «La Poesía y el  Tiempo» y dando un salto con su segundo libro  «Gestión de  Alborada» captando diversos aspectos, como expresé hace ya varias décadas cuando tuve el privilegio de presentar este libro.

Para facilitar la exposición iremos por parte: «Gestión de Alborada» está concebido en función, no de una temática central, sino incorporando variados contenidos. Aparecen los temas universales del arte: el amor, la muerte, el odio, la esperanza, entre otros.

Los poemas «Muchacha Triste», «Habeas Corpus para una suicida», «Puertas Cerradas», «Canción de la luz de una compañera», «Recepción a una artista de cine», «Cansancio» y «Cualquiera», corresponden a una familia de la llamada poesía erótica en sus diversas formas, mientras que «Responso a una niña llamada Sagrario», «La luz no muere nunca», «Canto de amor a Palestina», «A un niño destronado de los cielos», «Conversación en América», «Duarte», etc. corresponden a la llamada poesía social.  Encontramos en esta poesía no solo el producto de la indignación política («Responso a Sagrario», «La luz no muere nunca»), sino el más tierno sentimiento amoroso («Canción de luz para una compañera», «Cansancio»), mientras en otros influye la problemática internacional en diversas formas («Canto a Palestina», «Canción para un vendaval de gloria»), o la selección de temas tradicionalmente poéticos, como el mar. 

Esto en cuanto al tema, que no tendría un valor si nos quedáramos en sus dominios.  En cuanto a la utilización de los recursos expresivos, Tony Raful trata de sacar el máximo a las imágenes visuales, auditivas y fundamentalmente, a las cromáticas.  El ritmo interno de sus poemas nos recuerda una expresión aparecida en el libro de René Welleck y Westin Warren, Teoría Literaria: «toda obra de arte literario es, antes que nada, un conjunto de sonidos de los cuales emana un significado».  Si se admite la aplicación de este criterio en sentido general, me parece que se ajusta a cierto tipo de poesía, entre la que se encuentra la de este escritor.

Son pinceladas rítmicas que percibimos con mayor rapidez que su propio sentido.  A veces nos sentimos apabullados, de tantas imágenes a la carrera como queriendo sacarle a cada palabra alguna nota para poner la sinfonía final que es el poema.

Quiero que ustedes me permitan, sin menoscabo de otros poemas señalar los trabajos que a mi entender se destacan por el equilibrio logrado en su tratamiento: «Canción adulta para una multitud de adolescentes», «Recepción a una artista de cine», «Invocación de imágenes para una sesión espiritista», «Duarte» y «Conversación en América», no deberían faltar en ninguna antología de las últimas promociones literarias nacionales.

La obra  de Raful  es una pieza clave en la literatura escrita y publicada  desde  la década del 70 hasta nuestros días con «Danza del amor y los mandalas”.  Es una recuperación eficaz no solo de la mejor tradición poética, sino una puesta en futuro a través de la palabra, de un instrumento artístico que nos lleva hacia zonas poéticas de valor permanente.

Antes de entrar al libro que nos convoca hemos querido demostrar la coherencia ascendente de este autor pero no podemos continuar sin señalar el extraordinario aporte hecho por Tony Raful al tema de la ciudad no solo en la tradición poética dominicana sino internacional.  Esto se va a mantener prácticamente en la mayor parte de sus libros y como veremos continuará en algunos textos de «Danza del amor y los mandalas» y no ha sido fácil en  la historia de la poesía el paso desde una lírica desarrollada en el mundo idílico rural.

En el tomo IV de El Espectador, José Ortega y Gasset nos hace saber que “la historia de los pueblos clásicos comienza con una fundación de ciudad, con una fiesta municipal”.

Pensar la ciudad supone filosofar su lugar –figura de tiempos y territorios diseminados, recuperar su entusiasmo cósmico con el deseo silencioso inscrito en el ritmo verbal de la poesía, sombra omnipresente cuya fugacidad suscita gritos y cantos inherentes a la noche que tiembla entre risas y órficos dientes urbanos. Un instante poético podría retener la ciudad para siempre, nombrarla en “ese hueco donde aparece lo otro”. (Octavio Paz).

En la tradición poética, autores como José Martí en su poema “Amor de ciudad grande”, Walt Withman en “Raíces  y aun hojas solas”, Arthur Rimbaud en “Vigilias”, Efraín Huerta  en “Declaración de odio”, son algunos de los ejemplos  de esta temática a nivel universal.

La segunda tradición es precisamente la gran poesía lírica que si bien tiene su origen en Grecia, su riqueza se fortalece en los grandes poetas románticos y en nuestra América tiene símbolos como Rubén Darío quien dividió la poesía  en  lengua española en un antes y un después.

Admito que cuando  Tony Raful me dijo que iba a publicar un nuevo libro pensé en el enorme desafío ante su obra anterior y por momentos he estado dispuesto a aceptar la realidad de un posible descenso en una tradición de tantos valores literarios como las de él, pero no, al leer este nuevo libro me di cuenta que Tony Raful como todo auténtico poeta «es un latido en el  río de la tradición, es un momento del lenguaje» y ese momento se mantiene con toda su plenitud en esta nueva entrega.

Una  segunda parte de este trabajo, tratará de manera más extensa  la última obra de Raful.

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