La Policía

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El director local de Barrio Seguro, de Santiago, coronel policial Roberto de Jesús Ducasse Pujols, considera que es necesario continuar con la depuración del denominado cuerpo de orden público, sacando de allí lo que llamó “manzanas podridas”.

Tal parece que la cantidad de “manzanas podridas”, en la Policía Nacional, ha superado todos los estimados, pues para vergüenza de los oficiales y alistados dignos que hay allí —y que están en mayoría— es rara la semana en que la jefatura del cuerpo no se vea obligada a dar de baja deshonrosa a agentes —y a veces hasta oficiales— que toman parte en hechos delictivos.

También ocurren hechos criminales en que los participantes cuentan con el respaldo muy activo de antiguos policías. Y la participación de militares y ex militares también es notoria en la carrera de bandolerismo que azota al país.

En la Policía de hoy se cosecha lo que comenzó a sembrarse hace muchos años. No se puede olvidar que en 1962, al comenzar ese año, para “pacificar” las calles, se dio ingreso en la Policía a tuberos y a vulgares malhechores que azotaban vías y negocios. Es decir, a la delincuencia se le proveyó de uniforme, armas de fuego, impunidad y créalo, de autoridad.

Tampoco puede dejar de decirse que en la Policía se cometieron muchos actos indecorosos, con el paso de los años, sin que fueran sancionados y que la misma cúpula de la organización tenía la jefatura de la corrupción.

¿No era lógico, pues, esperar que en algún momento la podredumbre se observara en la base?

El país ha crecido. Eso es indudable. Y su cuerpo de vigilancia no lo ha hecho en la misma proporción y mucho menos se ha tecnificado como es debido. Aquí se toleró un “armamentismo” descarado y las denuncias que se formulaban, de como entraban las armas, cayeron en saco roto.

La Policía jamás fue atendida como era debido y por eso hoy el precio que se paga para limpiarla es muy caro.

El gobierno está obligado, sin duda alguna, a destinar grandes recursos para hacer de la Policía un cuerpo de orden que el orden mantenga.

Hay que luchar, a brazo partido, para que el Policía sea un hombre que se respete y respete, que perciba un salario decente que le permita vivir decentemente.

Es necesario, imprescindible, una depuración policial intensa. La jefatura hace esfuerzos en ese sentido y todos debemos respaldarla, pues ha llegado el momento de que el ciudadano, cuando vea un policía uniformado lo aprecie como un hombre que va a defenderlo en todos los órdenes.

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