Hacia el exterior de sus filas los agentes del orden van regularmente al encuentro con la delincuencia que es plaga urbana por muchos sitios en los que la seguridad de vidas y bienes parecerían en notable riesgo en este momento por la falta de efectividad en las vigilancias y persecuciones a cargo de autoridades cuestionadas por una parte de la sociedad civil que reacciona a indicios de vinculación entre antisociales y quienes son enviados por el Estado a poner control. Un vínculo que en el pasado siempre dio señales de existir aunque haya en el cuerpo policial recursos humanos que cumplen lealmente sus obligaciones con la sociedad. Es probable, sin embargo, que las excepciones a la regla representen un problema más serio que antes en un país que cada vez estaría escapando menos a las acciones delictivas que incluyen singulares capacidades y medios para agredir a la sociedad con tendencia a componer asociaciones de alta criminalidad contra algunas de las cuales hubo recientes operativos mixtos.
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Dice mucho la forma enfática en que el presidente Luis Abinader acaba de asumir la aplicación y control directo de la «Estrategia de Seguridad Nacional» para que resulte efectiva con estricta revisión semanal en persona de los resultados de operaciones a cargo de policías, militares y de la DNCD. La presencia de ovejas negras estaría quitando sueño. La alarma de la sociedad tiene sentido; y tiene sentido también que las malas señales no se detuvieran a las “puertas del despacho” presidencial.