La Policía, la Policía, ¿la Policía!

La Policía, la Policía, ¿la Policía!

Durante años, en los artículos que publicaba en el Listín Diario, expresé mi preocupación por las carencias que sufrían la Policía Nacional, con salarios miserables que sólo resultaban aceptables para personas prácticamente desesperadas, ineducadas e imposibilitadas para desempeñar adecuadamente una labor. )Qué eran capaces de hacer?, pues dar palos o balazos, resultantes de una irritación que los movía a mantener un rechazo a la sociedad, aversión montada sobre la presencia fantasmal del viejo criterio militar de que «el civil no es gente».

Muchas críticas recibí por mi insistencia en que la Policía requería una atención mucho mayor por parte del Gobierno.

«Ese es un cuerpo represivo» -me decían- «así nació y así continuará por conveniencia de los presidentes». «)Acaso crees que con mejores sueldos van a dejar de ser como son?»

Verdaderamente, no creo que la inmensa mayoría de los miembros de la Policía (no voy a llamarle institución) cambie si se les otorga un salario justo y digno, como corresponde a quienes tienen la tarea de proteger a la ciudadanía, pero sí creo, efectivamente, que con un salario adecuado, mejores personas ingresarían al cuerpo, tras exámenes y estudios de la personalidad del aspirante. La oficialidad del cuerpo no estaría integrada por miembros que se destacaron en alguna forma, buena o mala, a consecuencia de propósitos de superación o inversamente de eficiencias en la malignidad conveniente para altos intereses

Hay de todo, a todos los niveles.

Y prácticamente hay de todo en todas partes, pero la malignidad policial está muy reducida. Los departamentos de Asuntos Internos policiales suelen funcionar pulcramente, y la corrupción y el abuso son tratados con rígida severidad.

No es que pretendo que aquí tengamos la policía inglesa. Bien recuerdo que durante mi vida en Londres, al mudarnos a un apartamento de clase media, un agente, un Bobby -como les llaman allí- se me presentó para informarme que él estaba a cargo de esa manzana, en la cual vivía, y que, junto a mi familia, podía contar con su protección.

Lo óptimo es enemigo de lo bueno. Lo que aspiramos los ciudadanos dominicanos, es al adecentamiento policial. No ficticio, como en tantas ocasiones en que son presentados meritorios integrantes del cuerpo, doctorándose o graduándose a cualquier nivel académico, y dando la sensación de que la Policía es una entidad en franco proceso de superación.

Hay que reconocer que los policías producen miedo. Y no sin razón, aunque uno se tropiece bastante a menudo con agentes que no son sino campesinos desarraigados por la miseria, o talvez obreros fracasados, y los escucha uno hablando de sus miserias con un compañero mal nutrido como él.

Hay muchos, demasiados, incontables policías, cargados de maldad y capacidad de abuso.

Dos casos, en este inicio del 2004, incrementan enormemente el terror del país ante las acciones policiales: Un prospecto de Grandes Ligas de Béisbol, Juan Carlos Manzueta, erróneamente arrestado por la policía que supuso que pertenecía a una banda de ladrones, fue obligado a tenderse en el suelo, y entonces le hicieron tres disparos en la pierna derecha que debió ser amputada, tronchando un brillante porvenir y marcado terriblemente una vida. Ahora, la joven Arlene Pérez, de 25 años, fue asesinada con un balazo en la cabeza por un sargento policial miembro de una patrulla del Departamento de Delitos Monetarios en el sector de Arroyo Hondo en esta capital. La mataron dentro del automóvil en el cual estaba con su novio Juan José Herasme Alfonso, quien pudo salvar la vida, gracias a que el arma del sargento se encasquilló. Iba a seguir matando.

)Adonde vamos?

He escuchado varios comentarios terroríficos. «)Por qué ese muchacho con un porvenir en las Grandes Ligas estaba en una discoteca en vez de estar en su casa? Yo, con esas perspectivas, no me arriesgo a estar en la calle a altas horas de la noche». Lo dice un joven abogado.

«)Pero es que esos muchachos, Arlene y Juan José, no sabían que es muy peligroso estarse besando en un carro, sobre todo en un lugar apartado… es que creían que esto es un país civilizado?» Tal dice una pareja de universitarios.

Las declaraciones y actas policiales deberían tener Fe Pública, pero se han dicho tantas mentiras como «intercambios de disparos» y asesinatos «por error», que ya no se les cree nada.

Absolutamente nada.

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