Es raro el día sin balas policiales que pongan fin a la vida de algún civil. Parte de las tragedias se derivan de la persecución callejera a la delincuencia y contra individuos creíblemente situados en vías de hecho. Los sucesos de esas características que más alarman son aquellos que presentan el sello de intercambios de disparos en contradicción con testimonios de testigos y familiares de víctimas. Es el caso del joven Jimmy de la Rosa. El informe oficial de que se batió a tiros con agentes en Villa Mella fue refutado, como también el alegato de antecedentes delictivos al tiempo que se cuestionó la conducta de agentes actuantes.
En esta época de mucha violencia y tasas de homicidios superiores a las de años anteriores, inquieta que la participación de policías en tragedias no sea contrastada con lo que digan personas de los entornos de las balaceras a lasque se rodee de garantías, y que la PN solo admita otras campanas cuando la prensa revela visos de ejecución. Grave es además que los fiscales no tengan por norma investigar muertes a manos de policías. Un Ministerio Público que fue retornado días atrás y de un plumazo sobre el Congreso a la subordinación, vieja de hecho, a los rangos. Las incertidumbres de la comunidad deberían ser disipadas ipso facto por investigaciones responsables y extra policiales cada vez que la etiqueta de intercambio de disparos parezca esconder comportamientos criminalmente sumarios.
La juventud en penurias locales
El resultado de la última encuesta de fuerza laboral en República Dominicana revela un alto desempleo juvenil; el doble del de la población general, y llega a un 29.9 % en edades entre 15 y 24 años; un perfil de exclusión social agudizada. Somos un país en desesperanza por una desidia de la que no podemos culpar a ningún monstruo externo. Un flagelo ajeno a la especulación global que no se da en otras sociedades que superan el analfabetismo y asumen como principal meta formar gente para la vida productiva. No se atraen inversiones de calidad a un país sin mano de obra calificada. Los milagros de Taiwán y Corea y los altos índices de escolaridad de Chile, Costa Rica, Uruguay, Cuba y México se lograron con un sentido del valor de lo propio que aquí parece que no tenemos. Esto duele porque ahora somos gobernados desde una óptica que distrae buscando la fiebre en la sábana y en las astucias de los jugadores de bolsa.