La política de hoy

La política de hoy

La política, tal como la practicaba, pregonaba y vivió Juan Pablo Duarte, es la ciencia más noble. Ello así, porque es la ciencia que estudia la forma de organizar, regular, dirigir, administrar la sociedad, para fines de lograr el bien común.

Pero he ahí que más de un siglo después de que el Patricio iniciara su práctica luminosa de la política, su ejercicio se ha convertido en la negación de la filosofía que acunó los vagidos de la República hasta convertirla en una realidad dentro de la cual los políticos han jugado sucio la mayoría de las veces.

El uso y abuso de las frases de Duarte ha llegado tan lejos que no se enseñan en las escuelas y su práctica mejor sirve de chota y quienes reclaman su cumplimiento son objeto de desprecio o se les presta el silencio como respuesta a sus señalamientos.

Juan Pablo Duarte rindió cuentas de los dineros que se le entregaron para participar en la primera campaña de la Independencia. No se sabe, no se recuerda, de que otro general de la República rindiera cuenta del uso de recursos entregados para la guerra.

Ese modelo de uso de los recursos públicos dista mucho de ser el que se aplica hoy, desde las filas del gobierno. Gente del PLD perdió el norte y confunde, como el Alcalde del cuento de García Márquez, el patrimonio público para convertirlo en patrimonio propio mientras demuestra que a nadie se le cae la cara de vergüenza, si es que alguna vez la tuvieron.

Le entraron a los recursos públicos con la voracidad de una banda de las citadas en Las Mil y Una Noches.

Llegaron al gobierno y al ver cuánto dinero había decidieron mandar los escrúpulos al carajo y transformarse en potentados, cuyos fondos adquiridos de la noche a la mañana, al amparo de la corrupción, sirven para convertirse, como en efecto, en rivales y sustitutos de la llamada clase empresarial.

Como podían ser perseguidos por corruptos, forzaron, compraron, doblegaron, crearon un Estado a su imagen y semejanza de gente sin escrúpulos y lograron triunfar en la conformación de una dictadura constitucional que incluye la administración interesada y sesgada de las leyes con Tribunales Superiores plegados al poder temporal, con un Congreso donde la mayoría mecánica e interesada sirve al que manda no al beneficio del país.

A ese poder omnímodo, expresado en una seudo democracia es a quien le sirven Leonel y Miguel con el propósito avieso de repartirse el país como si se tratara de un sabroso pastel.

Son tantos los intereses que comparte esa gente que es imposible lograr un acuerdo que rescate el Partido Revolucionario Dominicano del secuestro a que está sometido. Hasta el intento parece una función de teatro bufo.

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