La “política del hijo único”, el mayor control demográfico de la Historia

La “política del hijo único”, el mayor control demográfico de la Historia

Pekín. A finales de los años 70 China, el país más poblado del mundo, que en décadas anteriores y bajo la batuta de Mao Zedong fomentó altos índices de natalidad para aumentar su mano de obra, cambió diametralmente su política demográfica y prohibió a la mayor parte de las familias que tuvieran más de un hijo.

Tras la muerte de Mao en 1976 y de acuerdo con las nuevas teorías que preconizaban grandes desastres como consecuencia de la superpoblación mundial, China comenzó a lanzar estrictas medidas de planificación familiar que comenzaron con un límite de dos hijos por pareja y en 1979 se redujeron a un sólo vástago.

En todo caso, para el régimen esta política nace oficialmente el 25 de septiembre de 1980, cuando una circular del Partido Comunista de China ordenaba a los miembros de esa formación y a los de la afín Liga de la Juventud Comunista que tuvieran sólo un hijo, una norma que después se aplicaría a toda la población nacional.

Según la Comisión de Población y Planificación Familiar de China, encargada durante más de tres décadas de aplicar esta ley, China actualmente tendría más de 1.700 millones de habitantes si no se hubiera puesto en práctica esta norma, en lugar de los cerca de 1.400 millones actuales.   Según el censo de 1982, la población de China era de 1.008 millones de personas y crecía a un ritmo anual del 1,3 por ciento, mientras que el pasado año la tasa de crecimiento era del 0,5 por cien.   Para Pekín, esto contribuyó a la mejora de muchos indicadores sociales, como la renta per cápita, la esperanza de vida (ahora de 75 años), la extensión de la educación o la disminución en el número de personas que viven en la pobreza (unos 600 millones hace tres décadas, 70 millones en la actualidad).

No obstante, el propio régimen comunista admite que la política del hijo único tuvo también efectos negativos, como el envejecimiento de la población, que ha llevado al país asiático a considerar la posibilidad de elevar la edad de jubilación, que suele rondar los 60 años en los hombres y los 50 en las mujeres.

Las estrictas medidas aumentaron los abortos selectivos y los abandonos de niñas por familias que preferían tener un hijo varón, lo que desencadenó otros problemas, como el desequilibrio de sexos o el tráfico de bebés y esposas (en algunos pueblos apenas hay mujeres debido a la citada preferencia por tener chicos y no chicas).

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