La política del ring

La política del ring

Hay funcionarios y políticos que en su comportamiento público actúan como si estuvieran en una lucha permanente o en  una velada boxística. Con las manos enguantadas, lanzando golpes a diestra y siniestra, creyendo en su imaginación confundida que el escenario nacional es un cuadrilátero, pero  sin percatarse de que el contendor no es otro que la población entera, a quienes pueden, aún sin darse cuenta, propinarle golpes y hasta   derribarlos.

Ese comportamiento se refleja especialmente cuando ocupan posiciones públicas, aunque algunos políticos estando en la oposición. Porque es su naturaleza. No usan guantes para evitar herir a los que ellos mismos se imaginan que son sus contendores. Se los ponen para dar la señal de que están en combate, aún sin que nadie lo haya pactado ni anunciado. Ellos mismos deciden convertirse en gladiadores porque sí, con motivos o sin ellos, no importa. Su objetivo es golpear,  hacer movimientos y emitir sonidos para tratar de asustar a los que consideran equivocadamente sus contrarios.

Muchas veces dentro de ese combate mental, no se percatan de que los golpes, en vez de dárselos a los que suponen sus contrarios, se los propinan ellos mismos. Pero no solo eso, sino que consumen tantas energías en sus movimientos,  que pueden  finalizar su combate agotados. No guardan sus fuerzas  para emplearlas en las cosas que deberían hacer, en vez de combatir contra el espejismo que su confusión a solucionar problemas y actuar correctamente les crea.

Y eso lo vemos y escuchamos a diario. A confundidos y equivocados buscando pleitos con quienes no deben y llevando a cabo acciones que bajo el supuesto de que interpretan a sus jefes, en vez de hacer el bien, provocan distorsión  y malestar. En vez de asumir  correctamente  los principios y  objetivos que se supone representan, cometen acciones que la gente sensata no deja de considerarlas propias de boxeadores confundidos que terminan haciendo sombra con ellos mismos y ofreciendo espectáculos lamentables, a veces actuando como si vivieran fuera de la realidad.

Pelean, agreden y amenazan cuando la gente lo que quiere son soluciones  rápidas en las ejecutorias del gobierno. Planteamientos lógicos y sensatos acompañados de actuaciones limpias y sin ningún reflejo de impurezas. Medidas que busquen resolver problemas, no crear o agudizar los ya existentes. Correcciones de errores, no bravuconerías para asustar a quienes al fin de cuentas les podrían pasar el rodillo por encima, así como acciones  prudentes, conciliatorias y convincentes  en las actividades que realizan los dirigentes de oposición.

¡Pésele a quien le pese!  ¡Descalifico! ¡No tienen calidad! Son expresiones que se escuchan a diario de los funcionarios públicos y algunos políticos de oposición, pretendiendo que con enseñar esas armas asustarán a los contrarios, olvidando que todo aquel que pretende utilizar la fuerza cuando lo que se impone es la razón, es porque sabe de antemano que tienen la batalla perdida. El país no necesita peleas, sino que cada quien cumpla su rol, pero  con  sensatez.

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