Está presente en cada grupo que existe sobre la faz de la tierra y emerge en la socialización de las etnias; así es, ocho letras cargadas de códigos y salpicadas de coraje mezclado con esperanza; ocho letras que arrastran ideologías antiguas, letras forradas de confusiones y de pasiones que surgen en lo más profundo del ser humano.
Esas ocho letras en manos de hombres fieles podrían generar reformas radicales, y al mismo tiempo, en manos de hombres débiles y precarios, podrían generar caos y pobreza; nos referimos a ¡la política!
El término “política” tiene muchas definiciones, pero nuestra intención no es volver a rumiar las ideas que coexisten desde la existencia del ser humano, porque muy bien sabemos que la política es parte del mismo hombre en socialización.
Tampoco queremos volver a Grecia, donde nació la democracia, más que volver a Grecia, lo que queremos es volver a la esencia de esas ocho letras, volver a sus raíces y así iniciar una desintoxicación mediante el carácter e integridad que debe mostrarse en el servicio público. Para ser más claro, simple y práctico, volver al concepto de Estado, regresar al servicio sin violentar lo más bello que posee cada ciudadano, ¡la dignidad y la libertad!
El significado semántico del término “política” se ha diluido, la conducta de los malos políticos ha generado en la psiquis del dominicano un campo semántico integrado por palabras que definen erróneamente la política; palabras como: corrupción, distorsión, robo, mentira, manipulación, perpetradores del fraude, incoherencia, desfachatez y tigueraje.
Esos males son el campo semántico de la política dominicana, porque el pueblo ha internalizado en su ser los modelos o patrones de conducta que dominan la sociedad dominicana. Cuando la sociedad internaliza esas aberraciones o anomalías conductuales se pierde el sentido de servicio, de integridad, de equidad, de libertad y de Estado.
El actual campo semántico de la política dominicana es diamestralmente opuesto a lo que debería ser el ejercicio de la política. La política es servicio, es orden, es imperio de la ley; la política es respetar la dignidad del ser humano, política es administrar con equidad los bienes que produce el Estado.
Política es modelar, guiar y desarrollar sin violentar los derechos inherentes de cada ser humano. Queremos resaltar que este tipo de política no es una utopía, no es irreal; lo irreal es lo que hemos vivido por décadas, irreal es ver a un pueblo sin agua, sin empleo, sin seguridad social y sin justicia. Irreal es ver a la mayoría de los congresistas enriquecerse con los bienes del Estado y a costa del sudor de un pueblo noble y trabajador.
Si queremos restituir el término “política”, si queremos romper esos modelos inhumanos y primitivos, si queremos crear nuevos paradigmas que fortalezcan el Estado por encima de los partidos políticos, si queremos una verdadera democracia que trascienda el clientelismo, entonces debemos unir voluntades para que los disolutos sean castigados como manda la ley; debemos unir voluntades para que ningún servidor público sea superior al pueblo dominicano; debemos unir voluntades para elegir servidores públicos que sean idóneos, íntegros y que sirvan de modelo y patrón en un pueblo pisoteado y triturado.
Creo firmemente que ya es tiempo de que el pueblo decida y rehaga un nuevo campo semántico; los partidos que han estado en el poder nos han fallado y nos han mentido. Ellos, con sus malas acciones, han construido en la mente del dominicano un campo semántico que está destruyendo a las familias dominicanas y diluyendo el Estado. ¡Pueblo!, te invitamos a unir voluntades para crear una restitución en el comportamiento político. Todavía estamos a tiempo.