La política, el buitre y el águila

La política, el buitre y el águila

JOSÉ D. BATISTA
La Iglesia San Juan Bosco fue el cine de los niños pobres o de los acomodados. En Santo Domingo, en Don Bosco y en las escuelas podías encontrar a los «blanquitos» junto a los muchachos del barrio. Decir «los blanquitos» no aludía al color, sino a la posición social.

 Resulta extraño que los niños decían «Don» Bosco; que la palabra «Don» tuviese preferencia sobre «San Juan», es algo así como si dijésemos que el título no es tan importante como la práctica. Supongo que el respeto fue el motivo. Creo que añoramos Don Bosco y al respeto, porque van de la mano.

La palabra «Don» ha perdido su significado. A mi padre, sin riqueza alguna, le llamaban «Don» Olimpio. Porque el carácter pesaba más que la posición social, que los puestos.

Me parece todavía ver el porte de respeto que rodeaba al «señor» Domínguez, Inspector de Educación, cuando entraba al salón de clases. El señor Domínguez tuvo varios hijos, entre otros, Asdrúbal Domínguez y Freddy Domínguez, este último amigo en mi niñez, al que hace muchos años no veo.

Se destaca también entre esos hombres y mujeres que fueron ejemplo, «Don» Aliro Paulino, «Doña» Trina Padilla, «Doña» Blanquita Garrigosa, y por no faltar al recuerdo y la memoria de otros tantos, debo parar aquí, porque sé que en su mente, estimado lector, fluyen los recuerdos gratos de todas las personas que fueron ejemplo, inspiración y motivo de orgullo para usted.

Bien, siguiendo la reflexión del artículo anterior, es importante ver las características del águila, y ver cómo se compara con el buitre.

– Ambas aves son de altura
– Ambas aves hacen sus nidos en lo alto
– Ambas poseen una presencia peculiar
– Ambas son grandes
– Ambas pueden cargar grandes pesos
– Ambas tienen hábitat parecido

Se podrían encontrar muchas similitudes que pudieran confundir a cualquiera, no obstante, el águila tiene diferencias profundas con el buitre.

El águila no se alimenta de la miseria, no come cosas muertas. No se aprovecha de las circunstancias que limitan la vida, la salud, las oportunidades.

El águila surca los aires, serena, solitaria, los buitres atacan en bandadas a los caídos. Pero la naturaleza es tan grande, que en España se está dando un fenómeno: se han dado muchos casos, en diferentes regiones, donde se han visto buitres cazadores animales vivos, aunque siempre en bandadas.

El águila se rejuvenece. Pasa por el proceso doloroso de reconocer cuando envejece, cuando necesita renovarse. Se aísla, sangra, elimina lo que le hacía volar, surcar los aires, lo que le remontó, para renovarse. Se destroza el pico para tener una nueva forma de expresión. En fin, la confrontación con su realidad, con su destino y su utilidad van de la mano con su proceso de cambio. El buitre muere sin renovarse, sin cambiar.

El águila se aísla, se esconde, tiene un proceso de casi cuatro meses, para reflexionar y cambiar… El buitre ni reflexiona ni cambia.

El águila se remonta sobre las dificultades, tiene la capacidad de ver lo que condiciona la muerte, como lo es la tormenta, y se eleva, no le interesa vigilar la presa, no desea la miseria de la presa, no se nutre de ella.

Todo tiene su tiempo debajo del sol. La esperanza de que haya un cambio siempre está latente. Esperemos que un nueva cosecha de jóvenes políticos tengan la valentía de remontarse, como el águila, por sobre las presiones pragmáticas del diario vivir, y que tomen la ilusión de un futuro, y honren en sus vidas a aquellos, que sin conocerles, esperaron con anhelo ese nuevo amanecer representado en ellos.

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