La política enferma de sus partidos

La política enferma de sus partidos

El presente torneo electoral sirve, por lo menos, para evidenciar de manera más clara la inexistencia de diferencias sustanciales entre los tres grandes partidos y los pequeños que les sirven de colas y la responsabilidad de todos ellos de los principales escándalos de corrupción que sacuden a esta sociedad.

También sirve para poner en evidencia que la generalidad de los partidos, más que tales, son alianzas electorales sin políticas esenciales y que parece que nos acercamos al final de la política como acción de colectividades sociales por proyectos de sociedad.

Generalmente, los votantes penalizan a los gobiernos cuando éstos tienen un comportamiento que se entiende inadecuado en el manejo de la economía, pero cuando en una coyuntura electoral están presentes uno o varios escándalos de corrupción, éstos se convierten en tema central de campaña de los partidos de oposición. Se supone que éstos, sobre todo, al que las encuestas lo sitúan con mejores perspectivas electorales, aprovechen esa circunstancia para sus fines electorales, pero no, ni ese ni los otros tocan, como el caso amerita, el tema de la corrupción.

Eso sucede cuando en los actos de corrupción más escandalosos están implicados los principales partidos y, obviamente, todos ellos hacen silencio. Es una experiencia vivida por varios países y eso es lo que estamos viendo con la actitud de los partidos de la Liberación Dominicana y Revolucionario Dominicano, ante los casos de la quiebra de tres bancos, sobre todo del Baninter, de consecuencias catastróficas para la economía del país.

Si bien ambos partidos hacen escarceos sobre el tema, medio acusándose mutuamente de que sus respectivos gobiernos conocían de la actividad dolosa de los principales ejecutivos de ese banco, uno de ellos, el PLD, no fija posición sobre el carácter criminal del hecho, sino que simplemente se limita a decir que el presente gobierno «sabía de la situación del banco y no hizo nada». El gobierno le devuelve la pelota y dice que efectivamente aquel sí lo sabía. Pero no va al fondo y hace público lo que su ministro del Interior dice saber sobre los niveles de

responsabilidad del PLD sobre el tema.

Las denuncias sobre actos de corrupción en el Banco Central, si como todo parece son ciertas, merecen que los principales implicados vayan a la cárcel, o por lo menos el escarnio público. Es una denuncia digna de ser usada como elemento de de campaña electoral, pero el PLD no la usa debidamente, recurre a otros argumentos que si bien pueden ser más útiles para conquistar votos, no lo son para educar a la población alrededor de valores. Con ello se demuestra que la mayoría de los partidos han perdido la sustancia que les daba su condición de tales. Hoy día, además de máquinas electorales, son una suerte de alianzas electorales entre facciones intrapartidarias y extrapartidarias, sin referentes de clase, sin propuestas de sociedad, casi sin historia, ni memoria. Son partidos, grandes y pequeños, que viven de y por el poder, medrando a la sombra de los recursos económicos que financiamos todos los contribuyentes, a través de la discutible ley electoral de financiamiento a los partidos.

Esta degeneración de la esencia de los partidos tiene un efecto devastador sobre la esencia de la política. Si la política es una acción que los políticos la piensan como de su exclusiva incumbencia, si en fin de cuentas, en la práctica, las decisiones fundamentales sobre el uso y la asignación de los recursos públicos, la hacen los políticos, políticos corruptos y amasadores voraces de recursos, tenemos que concluir que estamos también al borde del fin de la política, de la política como acción orientada hacia el poder para administrar lo público para el bien común.

La comercialización de la política y la privatización de los partidos, hechas por las facciones y sus alianzas intra y extrapartidarias con fines estrictamente electorales, decreta el fin de los gobiernos de partidos y de la época en que existían políticos con vocación de estadistas que encarnaban proyectos de reformas sociales verdaderamente modernizadoras. Ello nos llama a la reflexión sobre los lugares donde se hace la política y la necesidad de que muchos activistas de la sociedad civil comiencen a plantearse nuevas perspectivas de acción.

En tal sentido, resulta interesante observar la actitud del PLD en la presente coyuntura electoral. Las posibilidades electorales de ese partido descansan en la debilidad del presidente-candidato, debido a la mala imagen que éste tiene por su pésima gestión gubernamental; por eso ese partido ha dirigido su compaña hacia la consolidación de esa mala imagen.

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