Los historiadores, que a su manera interpretan los papeles del pasado, en su momento escribirán sobre las pérdidas del 2020. En lo económico contarán la rápida reacción del Banco Central, la entidad leyó correctamente el momento cuando, con políticas excepcionalmente flexibles, aumentó la liquidez y propició la reducción histórica de precio del dinero para impulsar la demanda nacional.
Combinadas con esfuerzos del Gobierno, que mantuvo la asistencia a trabajadores y familias vulnerables, no obstante carecer de margen en el Presupuesto, logró dos grandes objetivos en tiempo de pandemia: evitó que la economía cayera en recesión, y que el PIB se desinflara al nivel proyectado inicialmente por organismos internacionales.
Alta era la probabilidad de que la economía entrara en recesión cuando se reportó que el PIB se contrajo 0.1% entre abril y junio, pero por la política monetaria agresiva creció un 0.4% en el tercer trimestre del año en relación con los tres meses anteriores, avance que alejó el fantasma de la recesión técnica (definida como dos trimestres consecutivos de contracción) en la que habría caído si la lectura del PIB hubiese sido negativa.
Antes de finalizar el 2020, el Banco Central dio la buena noticia de que el conjunto de la economía continuaba avanzando, con pasos firmes abandonaba la atonía económica de abril, cuando la actividad se desplomó -29.8%. En noviembre decreció -3.4%, por debajo del -4.3% de octubre.
Es decir, cada mes el PIB perdía menos volumen, acumulado la contracción se redujo a -7.3% en enero-noviembre, terminando el año alrededor de 7%.
Como en todas partes, aquí también es vulnerable el proceso de recuperación, la velocidad dependerá de importantes reformas estructurales. El pronóstico es que será rápido, en este 2021 se producirá un importante rebote de actividades económicas, el crecimiento del PIB nominal podría acercarse a dos dígitos, descontando entre la mitad y tres cuartos de lo que por congelación de actividades sectoriales dejamos en el camino el año pasado, para completar la recuperación total en el primer trimestre de 2022.
Pero que nadie se engañe, la secuela permanente de la pandemia es el elevado nivel de deuda, en la economía global se disparó a niveles históricos, a casi tres veces y medio la producción en doce meses. América Latina y el Caribe, que retrocedió 7.7%, representa ochenta puntos por ciento del PIB.
En República Dominicana, solo por efecto de la contracción del PIB en 2020, los US$35,942.5 millones de deuda pública registrada al final de 2019, pasaron de suponer 40.4% del PIB (US$88,906.1 millones en 2019) al entorno del 50%.
Se sumó el endeudamiento para financiar el déficit del Presupuesto de 7.5% en 2020, para elevar el volumen adeudado a alrededor de 60% del PIB. Lo que no sorprende, desde mucho antes de la pandemia, se sabía que por desequilibrios acumulados durante años no teníamos ahorros ni margen en las cuentas públicas, por lo que el gasto sanitario debía pagarse con nueva deuda.
Finalizo pidiendo que se separe la deuda por la pandemia de las demás, porque al aumento de veinte puntos porcentuales todavía hay que sumarle la que se acumule mientras no se tenga control total de la crisis sanitaria, presumiblemente cuando todos nos hayamos puesto la vacuna. En marzo comienza a llegar al país.