La política para políticos

La política para políticos

Cuando la desconfianza se apodera de los ciudadanos respecto de los modelos partidarios, surge la necesidad de “cambiarlos”. Razones sobran, pero la dificultad de una sustitución pura y simple conducen a los saltos al vacío que terminan convirtiéndose en materia prima de terribles descalabros. Aquí, en la patria chica, exhibimos una enorme fascinación por simplificar el hartazgo de la gente con el liderazgo político creyéndonos que cualquiera resulta “mejor” que los exponentes tradicionales. Una verdad, altamente riesgosa.
Un altísimo porcentaje de los partidos del sistema han incurrido en procurar fuera de su jurisdicción a potenciales aspirantes que, bajo el ropaje de la popularidad en sus ámbitos formales, sienten lógico que el electorado los asumirá pura y simplemente.
Los reformistas se entusiasmaron transformando a Fernando Villalona en candidato a senador. Un aluvión de entusiasmo impulsaba a toda una estrella de la música popular y amplios sectores de su provincia, Monseñor Nouel, querían a Héctor Acosta (El Torito) en el Congreso. Manuel Jiménez, es toda una estrella de la creatividad artística y su desempeño como diputado llenó las expectativas. Hasta Raulín Rodríguez, representa en el orden municipal al partido de gobierno. Con valores y afectos en la ciudadanía, tienen el desafío de asumir con seriedad un oficio que no se asocia con su naturaleza y las organizaciones utilizan con bastante perversidad. Terrible daño!
No quiero descalificar la potencialidad del artista en el terreno de la actividad partidaria. Ahora bien, si se pretende asumir con seriedad su nuevo rol, es justo orquestar una transición que los adecue al terreno político porque de lo contrario estaríamos frente a una caricaturización desafortunada. Y es que así, como los artistas poseen destrezas especiales, el activismo político bien articulado demanda de preparación.
Gilberto Gil estructuró melodías que le ganaron niveles de popularidad asumidas con mayor respeto desde un Ministerio de Cultura en Brasil, desde el momento que sus ciudadanos percibieron una gestión honesta, transformadora y eficiente. Ese poeta del drama latinoamericano, Rubén Blades es un ejemplo de compromiso, decencia y entrega por su país. Intentó un partido que, como resultado de una alianza, le llevó al Ministerio de Turismo para salir lleno de gloria y respeto. Ronald Reagan, usted podrá impugnarlo, pero los republicanos lo tienen como el referente por excelencia de su partido y los sectores sociales que siempre votan a favor de la propuesta conservadora en los Estados Unidos.
Ahora que veo a René Higuita de candidato por la propuesta de las FARC en las próximas elecciones colombianas, siento temor de que aquella montaña de popularidad en el fútbol, aunque sin destrezas formativas, termine desmontando tanta consideración del público. Salvo las distancias, y hasta me excuso, ante la lectura que tengo de la sentencia que condena a 8 años al ex alcalde de San Cristóbal, Raúl Mondesí. Ahora bien, el ex jugador de grandes ligas constituye un “ejemplo” de las locuras y uso irresponsable que hacen los partidos de popularidades edificadas alrededor del éxito deportivo mal entendiendo que garantiza endosos automáticos. No sólo ha sido traumático en el caso nuestro, sino que provoca procesos penales en gente, desprovista de la preparación técnica que llega a las posiciones sin ningún tipo de criterio gerencial para después tener que enfrentar procesos judiciales Penoso, no?
La política seguirá siendo para los políticos. Aunque reconozco que esa perversión capaz de atraer a la arena de las aspiraciones a exponentes de ámbitos distantes, es reveladora de la incapacidad del sistema partidario de preservar confianza y respetabilidad en una ciudadanía cansada de tantos excesos.
Podría percibirse como un fracaso del inculpado, pero no es así. Cada vez que un exponente de esas popularidades artísticas con tintes políticos constituye pieza de escándalos y/o recibe una condena penal, es una acusación directa y franca a las incapacidades del liderazgo partidario. ¡Lo entienden!

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