La política, poder y servicio

La política, poder y servicio

La dedicación a la vida pública por la vía de la política es una exigente y necesaria opción de vida que impone implacables rigores a quienes la asumen de manera seria. Desagraciadamente, y por razones diversas, desde siempre ha habido no poca gente que se decide por andar este camino por motivaciones alejadas del norte que debería guiar esta fundamental actividad humana. Como siempre, los que así actúan hacen un flaco servicio al sentido y validez de la vocación política y a la colectividad a la que pertenecen y que sigue confiando en la sinceridad de su discurso. Se genera así, el engaño social y la prostitución de lo que debería ser una rigurosa práctica orientada a la construcción de vida buena para todos y todas que en un contexto de pobreza extendida debería dirigirse a la construcción de la justicia y el derecho para todos y todas.
Es que, si bien la política se articula como ejercicio práctico del poder, es el servicio lo que constituye su fuente fundamental de legitimación. Equivocar esta perspectiva es un camino expedito hacia el uso idolátrico del poder, mientras que desarrollarla con ese norte constituye un camino cierto de humanización. Es así como el poder, esta traicionera dimensión de la vida social, se nos presenta como peligro y oportunidad, como todo lo importante en la vida Peligro, producto del casi inevitable endiosamiento que genera en quien lo ejerce, y oportunidad de descubrir en su puesta en uso en los marcos de la sencillez, la satisfacción de la construcción de vida buena para los que menos pueden.
No siempre la práctica cotidiana de la política permite a los sujetos de la misma arribar a esta dimensión del ejercicio del poder. Es que la idolatría parece oponerse frontalmente a esta visión centrada en la servicialidad y se esfuerza por negar todo valor a la misma descartándola como “sueño infantil” producto de la falta de “experiencia de la vida real”. Es esto lo que nos comunica la experiencia del Galileo ante la insistencia de los discípulos por ser los primeros, es decir, por disfrutar de las mieles del poder. Santiago y Juan, le solicitan en franca pugna por el poder: ¨Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Su interés es el “jefeo”, la preocupación por “jefear”, pero Jesús, implacable, responde:
“Saben que los que son tenidos como jefe de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedesserá su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.” Mc. 10, 41-45.
Es decir, el juego se trata de Servicio vs. Idolatría. Hoy con sus obvios matices diferenciadores, el juego de la vida y la política se trata de lo mismo sólo que en versión del siglo XXI. ¿Estarán los políticos orientados hacia una visión de la política guiada por el horizonte de la construcción de un poder autoritario que genera “ceguera” ó por la constitución de un poder servicial que permite “ver” correctamente y, es consciente de que la corrección del ver pasa por la capacidad y disposición de juzgar desde los “ciegos de Jericó” que siempre solicitan a Jesús la cuestión fundamental: Jesús…le dijo: ¿qué quieres que te haga? …Rabbuní, ¡que vea!…y al instante recobró la vista y le seguía por el camino”, Lc. 10, 46-58.

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