PEKIN. AFP. «Las mujeres sostienen la mitad del cielo», dijo Mao Tse-tung en un saludo célebre al «segundo sexo», pero en la política china prevalece un machismo insidioso que continuará con el nuevo equipo dirigente que saldrá del congreso del Partido Comunista China y que será anunciado esta semana.
En el congreso, que actualmente se reúne en Pekín, las mujeres representan oficialmente 23% de los delegados. Pero su papel se limitará, en el caso de la inmensa mayoría, a ratificar las decisiones adoptadas en los círculos restringidos esencialmente masculinos.
En una China que se jacta oficialmente de la igualdad entre los sexos según los preceptos marxistas-leninistas, cuanto más altas son las esferas del poder menos mujeres hay.
El comité central del partido único sólo cuenta con el 6% de mujeres, su buró político, la escala superior, una sola entre 25 titulares, y el comité permanente del Politburó, escalón supremo, nunca ha tenido ninguna mujer desde la fundación de la China comunista.
Sólo Jiang Qing, esposa de Mao Tse-tung, detenida, juzgada y encarcelada tras la muerte del ‘Gran Timonel’ en 1976, logró llegar a la dirección suprema de un PC chino socavado por la revolución cultural (1966-76), cuyo organigrama era diferente del actual.
La nueva distribución de puestos clave de la dirección china se anunciará el próximo jueves, pero salvo sorpresas, el actual presidente Hu Jintao cederá su puesto de número uno del PCC al vicepresidente Xi Jinping.
En el marco de esta profunda renovación, la mayoría de los analistas excluyen una promoción de la única mujer del Politburó, Liu Yandong, que ni siquiera tiene seguro que vaya a conservar su puesto. Antes que ella, Wu Yi fue viceprimera ministra, y estuvo clasificada en segundo lugar en la lista de mujeres más poderosas de la revista Forbes, después de haber negociado la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Esta «dama de hierro», ministra de Salud durante la crisis del SRAS, no ha logrado romper el techo de cristal detrás del que se parapeta el corazón del poder en China. Los historiadores explican que la escasa presencia de mujeres en la cúpula del aparato del partido único se debe al peso de la mentalidad tradicional china y a la cultura política sólidamente anclada en un universo masculino, marcado por las salidas nocturnas bien regadas de alcohol y amantes.
«En la política china reina, sin ninguna duda, una atmósfera de club de amigos», señala Leta Hong Fincher, una investigadora de la Universidad Tsinghua de Pekín especializada en la paridad hombre-mujer.
Hace un tiempo, la agencia de prensa Xinhua publicó un despacho en el que aseguraba que las mujeres que desean participar en política se enfrentan a la «subcultura de la burocracia china, como el consumo del alcohol», lo que explica la «dificultad para integrarse».
En 2010, una investigación de la Federación de Mujeres -un organismo del Estado- concluyó que el 62% de los hombres y el 55% de las mujeres en China consideran que el mejor papel de un mujer es quedarse en casa.
A responsabilidad similar, las urbanitas chinas ganan un 67% del salario de los hombres, una cifra que cae al 55% en las zonas rurales, según este estudio.
No obstante, China no está tan mal situada en la lista internacional de Naciones Unidas sobre la paridad de sexos, en su lugar 35, por delante incluso de Estados Unidos que está en el puesto 47.
En 1997, el gobierno chino fijó como objetivo un mínimo de 22% de mujeres en la Asamblea Nacional Popular (ANP, Parlamento). Con el 21% actualmente, el objetivo prácticamente se ha cumplido pero supera apenas la media mundial, según la Unión Parlamentaria Internacional.
Han Xiaoyun, una delegada en el congreso, originaria de la provincia oriental de Jiangsu, considera que las mujeres no deben ser seleccionadas por el simple hecho de cumplir unas cuotas. «No se puede pedir a los hombres que dimitan por el simple hecho de aumentar la presencia de mujeres», declaró. «Hay que seleccionar a los mejores».
En la historia china, además de Jiang Qing, las grandes figuras femeninas en política se limitan esencialmente a la emperatriz viuda Ci Xi (1835-1908), a la que muchos consideran que fue la responsable del final de la dinastía imperial de los Qing.