La política ya no es monopolio de los partidos

La política ya no es monopolio de los partidos

César Pérez

El PLD olvidó que “el partido solo es posible cuando existen otros partidos”

Los partidos políticos nacen como forma de organización de los grupos y clases sociales que reclamaban su independencia frente a los poderes absolutos de los notables y los monarcas que se arrojaban, con éxito, el monopolio de la representación y control del Estado.

Aunque con intereses esencialmente opuestos, esa independencia la reclamaban los de orientación liberal/burguesa como los defensores de los intereses de los trabajadores. Por consiguiente, nacieron en la búsqueda del ideal de democratización del Estado, del derecho a la representación y de la libertad, pero desde diferentes perspectivas de clase.

Surgen así los grandes partidos liberales, social demócratas y comunistas orientados todos hacia el control del Estado.

Desde finales del siglo 19, en diversos países de Occidente, estas colectividades se convirtieron en las mediaciones por excelencia de la representación de la población en las instancias determinantes del poder, nacionales y locales.

En diversos países prevaleció el bipartidismo a veces con partidos menores, pero de suma importancia por los grupos y clases que representaban.

A finales del siglo 20 surge una gran variedad de movimientos sociales representando una pluralidad de actores y sujetos sociales que no se sentían representados por los partidos, acentuado de ese modo un proceso declive de los más grandes y el monopolio de la política de parte estos.

En Italia, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, que por momentos controlaban alrededor del 80% del electorado, desaparecieron; sucediendo prácticamente lo mismo en Francia con los partidos socialista, comunista y las agrupaciones conservadoras de derecha, en Alemania con el Social Demócrata Partido, en Chile con el Socialista y la Democracia Cristiana, en Inglaterra con el Laborista, etc. Grande, solo queda el centenario PSOE, en España.

El común denominador de todos es que se convirtieron en meras máquinas electorales básicamente para potenciar intereses partidarios/personales o de fracciones. Irónicamente se arrojaron ese monopolio de la política y del poder contra el que lucharon en sus inicios.

Aquí, esa circunstancia adquiere trágicos ribetes. El PLD vive un proceso de descalabro, olvidó una máxima que dice: “el partido solo es posible cuando existen otros partidos” solo pueden existir con vitalidad en el marco del pluralismo político.

Buscando el monopolio absoluto del poder compró y destruyó el viejo PRD, se convirtió en una máquina electoral inscribiendo a gente de toda laya que, sintiéndose con derechos adquiridos, exigieron puestos en la administración pública, creándose así las nominillas, una aberración que corrompe la política, la gente y el partido.

El PRM se presenta como gran partido, pero por la manera en que surge y llega al poder, de cara su futuro, lo obliga a dejar concluyentemente claro con quién y para qué ejercerá su dominio.

Ello así, porque en última instancia, llegó al Gobierno por el impulso del vasto sentimiento de repulsa al poder tendencialmente monopólico del PLD, encarnado por Marcha Verde y la acción sistemática y organizadora de la Coalición Democrática como muestra de que hoy la política desborda el ámbito de los partidos y que estos jamás podrán monopolizar el poder como antes lo hacían, sin consecuencias alguna para su futuro.

Una tendencia mundial que obliga a los partidos escuchar los reclamos de la sociedad y a ponerle freno a los arreglos entre sus cúpulas y elegidos para imponer sus intereses. Toca a la sociedad civil acentuar sus reclamos en todos los escenarios para imponer el poder político que hoy realmente tiene.

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