La Postración Nerviosa

La Postración Nerviosa

DR. JOSÉ SILIE RUIZ, FRSH
La postración nerviosa, es una condición que se caracteriza sobre todo por la angustia, o sea un estado de tensión emocional elevado, acompañado de una sensación abrumadora de «aprensión» que carece de causa aparente.

Todos tenemos pasajeras ansiedades cuyas causas olvidamos, pero la repetición de una circunstancia que alguna vez nos causó temor, puede evocar recelos sin nombre, escondidos en la profundidad del subconsciente, para producirnos pánicos desconcertantes.

Innumerables pensadores han insistido en que la «esencia» de la buena medicina radica en la calidad de la interacción humana, y de la capacidad del galeno de hacer al paciente confiar en él. Es aquella que surge de la buena relación que el médico tiene con sus pacientes, que es la esencia del arte y del acto médico. Galeno de Pérgamo, observó, hace más de 1800 años, que la inmensa mayoría de las personas que lo consultaban no tenían ningún mal físico, sino que presentaban problemas emocionales. De ahí la importancia de que todos los médicos debemos tener un poco de «psiquiatra».

Otros elementos comunes a esas postraciones nerviosas son: la debilidad de los mecanismos de defensa y la negación. En las primeras etapas de la vida la mayoría de los seres humanos aprendemos a protegernos contra las situaciones que causan angustias, generalmente haciendo usos del raciocinio. Por ejemplo, un hombre justifica su gran afición al alcohol diciéndose que bebe para no parecer antisocial. Otra técnica consiste en distraer la atención fijándola en otra cosa. Así, para ocultar el disgusto que nos produce una situación o una persona, nos ensañamos contra otra, la más de las veces «pagan» las esposas (os), los hijos o los subalternos. En los casos de negación, hay una oposición ciega a reconocer que existe el problema y la aversión hace que la voluntad llegue a provocar un «olvido» inconsciente.

A menudo, cuando las tensiones emocionales y los temores se acumulan en forma agobiante, se paralizan nuestras «defensas emocionales» y se desencadena la angustia subyacente; entonces la persona sufre de una «postración nerviosa», este término es de mis años infantiles, hoy en la psiquiatría moderna se tienen acepciones diferentes, de acuerdo a los patrones de la moderna psiquiatría y regidos por el manual: DSM, serían hoy, formas de: distimias, ansiedades, pánico, o depresiones. Pero esa desesperación, esa angustia, ese pesar, en nuestra sociedad actual, colmada de tan diversos afanes, esto ocurre con inquietante frecuencia. Lo importante es que su médico y usted mismo detecten a tiempo cuál es la «base emocional» del problema para enfrentarlo de manera adecuada.

Todas las postraciones nerviosas tienen sus orígenes en los afanes excesivos, tanto en el orden físico, como social y mental. Hay condiciones genéticas que predisponen a padecerla. La tolerancia humana a la tensión emocional tiene un límite y cada humano, «su punto de fractura», donde los elementos de: falta de sueño, conflictos familiares o laborales, una enfermedad, pérdida de un ser querido, un desgaste físico, o de orden social, problemas financieros, etc., participan de forma preeminente en su génesis, pudiendo el individuo llegar a la postración.

¿Cómo puede saber uno que va camino al desastre? El primer signo, generalmente es una sensación vaga y prolongada de «malestares inespecíficos»: me siento mal, pero no sé por qué. Asimismo puede que aparezcan al mismo tiempo trastornos físicos muy molestos: inquietud, fatiga persistente, insomnio. Tal vez se presenten signos más graves: intensos dolores de cabeza, palpitaciones, mareos, desórdenes gastrointestinales, dolores musculares migratorios, cervicalgias, cuadros cutáneos. Todos estos signos tienen un propósito: el de alertarnos de que las cosas no andan bien. El paciente deprimido acude a numerosas especialidades médicas. Empezamos a evitar los contactos sociales, nada nos alegra, el carácter nos empieza a cambiar, el rostro no muestra jamás una sonrisa, una gran apatía sexual, nos mostramos lejanos y ausentes, coléricos e iracundos, o parlanchines. En fin que la gama de manifestaciones es muy variada y dependerá lógicamente de la personalidad de cada uno en particular, de los elementos genéticos y de las variantes del entorno familiar y social.

Cuando se presentan esos estados depresivos, todo dependerá de la complejidad y profundidad del trastorno, de la herencia, el deseo de curarse del enfermo y de un tratamiento adecuado. El médico general, debe tener las herramientas para el manejo de esos estadios leves, donde un «conversatorio» a tiempo, el uso de sedantes y antidepresivos debe ser parte de su arsenal terapéutico. Si no cede, se hará necesario el manejo por el especialista de la «mente», para adecuar el tratamiento y acompañarlo además de psicoterapia, y en casos severos de electroterapia, es el momento del Psiquiatra, pues la complicación mayor, es la tendencia al suicidio que se puede presentar. No olvidar nunca que para lograr la «victoria emocional», sólo será cuando podamos mirar de frente: la mezquindad, la mediocridad, la envidia, el egoísmo, lo corriente y estúpido, la violencia, los temores, las frustraciones y fracasos, la insensibilidad espiritual y moral, la sordidez, los resentimientos, los propios y de los demás, y soportarlo todo como lo soportó el mártir del Gólgota, ese es el secreto de «la victoria», y que estará muy cerca de la plena felicidad.

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