La pragmática del Quijote

La pragmática del Quijote

PEDRO GIL ITURBIDES
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha mostró iterés en el triunfo de Sancho Panza. De ahí que le sugiriese, con juicio y tino, para que en su gobierno de la ínsula de Barataria actuara apegado a principios de ética, justicia y equidad. Su parecer respecto de las pragmáticas que dicte alguien que mande gentes carece de vaguedades y es todo sustancia. Don Antonio Guzmán aconsejó de este modo a Julio Ibarra Ríos en caso que pudo ventilarse frente a Joaquín Balaguer.

Alguna vez he hablado de ello. Pero justo en las horas presentes cabe que repita historia que ya me han escuchado, pues toca los linderos de la Fiscalía. El doctor Ibarra Ríos era por la época a la que me refiero Magistrado Procurador Fiscal del Distrito Nacional cuando recibió una querella contra Balaguer. Pudo darle curso con la ligereza que el momento indicaba. Recordemos que la transición de Balaguer a Guzmán estuvo plagada de tensas disparidades emocionales.

De hecho, las mismas quedaron reflejadas en el acto mismo de traspaso de mando, con el discurso pronunciado en su jura por el nuevo mandatario. Pese a tal precedente político, el Fiscal llamó al Presidente Guzmán. Llegaba a su fin el decenio de 1970, y Balaguer se había acogido a tratamiento médico en el exterior, por sus problemas visuales.

Llegados de acompañarlo unos días en Nueva York, en casa me comunicaron que el Fiscal del Distrito deseaba hablarnos. Parco al teléfono, nos indicó que prefería vernos en sus oficinas. Por el tono de voz más que por sus palabras, juzgamos que convenía que lo visitáramos de inmediato. Un dejo de críptica alusión al tópico que abordaría obligaba al encuentro.

–Mira, dijo-, mientras sacaba un «libro de récord» de una gaveta de su escritorio–, han presentado una querella contra Balaguer, Papi Estrella y Eudoro Sánchez y Sánchez. Hablé con el Presidente Guzmán y me pidió que te preguntara si conocías del suceso–. Acto seguido leyó el texto de aquella infamia de la que tomó nota uno de los abogados ayudantes de la Fiscalía.

Procedía la nefanda denuncia de la boca de un dirigente distrital del Partido Reformista que buscaba insertarse en la nueva administración. Al mandatario le resultó inverosímil el que una acusación como la que se hacía involucrase, sobre todo, a un hombre de intachable conducta como Sánchez y Sánchez. Mas también le parecía increíble que un hecho como el puesto en autos del Ministerio Público involucrase al Presidente Balaguer, y se mantuviera oculto. El mandatario y el doctor Ibarra Ríos habían comentado sobre el particular, y decidieron sopesar la acusación.

Ante el pedido del Fiscal, expuse mi parecer. El funcionario llamó al Presidente de la República, y concluyó la reunión aseverándose que aquello era fruto de una imaginación calenturienta y una voluntad oportunista. La denuncia fue incorporada a los insondables arcanos de la nación. Allí reposan, por cierto, muchos otros expedientes provenientes de todas las épocas, algunos de los cuales, tal vez, no debían estar allí.

Viajé de nuevo a Estados Unidos de Norteamérica, por el pedido del Presidente Guzmán y del propio doctor Ibarra Ríos, que deseaban informase del asunto al doctor Balaguer. El escuchó los pormenores de la querella, tal cual nos fuera leída por el Fiscal del Distrito. Y oyó con tanta o mayor atención los comentarios que le hiciésemos sobre lo planteado por el Presidente Guzmán y el Magistrado Procurador Fiscal del Distrito. Permaneció en silencio largo rato.

Luego hizo comentarios sobre la templanza y la moderación en el mando, y el altruismo en el proceder. Cuanto dijo podría resumirse, perfectamente, en aquello que le escribiese don Quijote a su amigo, cuando Sancho Panza «asumió» la gobernación de Barataria.

«No hagas muchas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y, sobre todo, que se guarden y cumplan; que las pragmáticas que no se guardan, lo mismo es que si no lo fuesen; antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas, no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las disposiciones que atemorizan y no se ejecutan vienen a ser como la viga, rey de las ranas: que al principio las espantó, y con el tiempo se subieron sobre ella».

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