La prensa libre no renuncia derechos

La prensa libre no renuncia derechos

DONALD GUERRERO MARTÍNEZ
Ni renuncia la prensa libre su derecho a informar cuanto ocurre en la sociedad, ni soslaya sus deberes, sin atender presiones o amenazas de ningún sector. Son las premisas con las cuales forjan y cimentan periódicos y periodistas, con su trabajo diario, las columnas de su credibilidad. Abandonar o ceder siquiera esa postura equivale a correr dichas columnas hasta volverse inorgánicos. La prensa libre no existe para complacer a unos u otros.

No faltarán nunca disconformes con la prensa. Son los que desean que los medios informaran o comentaran solo los asuntos de su particular interés. Eso es imposible para la prensa libre. Lo es también imaginar que las informaciones satisfagan a cuantos las leen. Periódicos y periodistas conocen, y aceptan, los pareceres ajenos, pues saben que la democracia es disensión y disparidad. Es eso lo que molesta a dictadores y tiranos, o aspirantes a serlo. La prensa libre está ausente en esos regímenes.

Pareciera que no hay fórmula ni mecanismo para que algunos «entiendan para que aprendan, y aprendan para que sepan», como suele disertar el P. Gregorio Mateu, que el derecho a informar y a estar informado, legítimo por demás, está consagrado en la Constitución de la República.

En días recientes, sectores vinculados al turismo se mostraron quejosos porque, opinaron, las informaciones publicadas respecto de la horripilante tragedia ocurrida en una cárcel de Higüey perjudicaban al turismo. O sea, en una acción criminal tan imperdonable cuanto injustificable mueren 135 dominicanos, y eso debe silenciarse. Empeñarse en tapar el sol con un dedo es como ladrar a la luna.

Compartimos la opinión de nuestro Coctelero (Hoy, 9 de marzo 2005).

Cualesquiera medios de comunicación que silenciaran algo así «no merecen existir, por irresponsables, por ser enemigos de la verdad, por ser aliados de los abusos, de los excesos, del desprecio por los derechos humanos, por la desidia frente al derecho a la vida».

Antes de la tragedia de Higüey, que ha sido la de mayor magnitud, pero no la primera de esa naturaleza ocurrida en cárceles dominicanas, el país conoció el informe sobre los Derechos Humanos elaborado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Somos un país que mientras puede alojar a miles de turistas en hoteles de lujo, es incapaz de mantener un sistema carcelario apropiado para seres humanos.

No hace mucho se quejaba el senador presidente Andrés Bautista de que «los periodistas no comprenden la labor del legislador.

Expresó que por tal motivo «hay la intención de resaltar las noticias negativas (¿procedentes de dónde?, digan) y no los logros. Empero reconoció que «los Congresos de América Latina tienen la más mala imagen y credibilidad, y se les tiene, en su conjunto, como ineficientes y corruptos». Esa mala imagen no es de ningún modo obra de periodistas, ni puede ser caprichosa. Al ofrecer la información comentada, el senador presidente no citó ejemplos de las supuestas incomprensiones, ni de informaciones elaboradas con la intención de resaltar lo negativo. En esos días hubo un conato senatorial de restringir el trabajo de los periodistas con fuente en el Congreso, llevándolos fuera del área del salón donde siempre han realizado su trabajo, a otro lugar desde el cual veían el desarrollo de las sesiones a través de una pantalla gigante. Pero todo volvió a la normalidad, como canta Lucho Gatica. Algo nacido absurdo no sobrevive.

Para llegar a la democracia enclenque que vive el país se necesitaron aportes indesdeñables de la prensa. Resultado de los avances democráticos se celebran elecciones periódicamente, vía por la cual llegan algunos ciudadanos a verse investidos con funciones oficiales desde las cuales «se sacrifican por la Patria». En fin, la libre expresión y difusión de las ideas que la Constitución garantiza no es regalo de nadie en particular. Es una conquista del pueblo, alcanzada con muchos sacrificios.

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