El Metro de Santo Domingo ha sido tema de debate en la mayoría de los procesos electorales y, repitiéndose los mismos argumentos, fuera de las preferencias político-partidarias, los beneficiados y perjudicados por su existencia adoptan la posición correspondiente.
Por ejemplo, para Diandino Peña, sus familiares y asociados, no habrá jamás en la historia de nuestro país ninguna obra más grandiosa; para usuarios de la ruta desde Villa Mella al Centro de los Héroes (La Feria), es la consagración de Leonel Fernández como nuevo benefactor de la Patria; por otro lado, para los choferes con rutas anuladas; los comerciantes afectados por la disminución del tránsito en sus vías de acceso y los millones de dominicanos de otras demarcaciones que ven en el Metro una discriminatoria súper-millonaria inversión estatal de la que en nada se benefician, esta obra es una sangría permanente al presupuesto nacional, cuyo subsidio resta recursos a sectores prioritarios como salud y educación.
Respaldamos una tercera corriente de opinión que da como hecho irreversible la existencia del Metro y plantea que, aún si hubo desvío malicioso de fondos en su presupuesto, ha dejado al pueblo algo tangible y la malversación no sería perdonable, pero de menor efecto negativo que haber robado sin dejar nada.
El otro aspecto es el respeto por el costo: Cada centavo invertido o por invertir en el Metro es dinero aportado por todos los dominicanos que pagamos impuestos, no importa si vivimos en la frontera o en Villa Mella y su valor absoluto se incrementa mientras mayor es el subsidio para que continúe operando. Es una propiedad colectiva que, con uñas y dientes, tenemos que preservar.