La presidenta Bachelet conversó con Fidel

La presidenta Bachelet conversó con Fidel

La presidenta chilena Michelle Bachelet, estuvo de visita en Cuba. La mandataria fue recibida por Fidel Castro. Hablaron casi por dos horas; pero hubo algo que desagradó y casi sacó de sus casillas, a la dama que manda en la tierra de Pablo Neruda.

Todos se debió a que Fidel trató o tocó el viejo robo o “tabú”, del robo territorial de Atacama. Aquí se hace necesario acudir a Clío, la musa de la historia. En verdad, Inglaterra en la América del Sur, provocó algunas tragedias. Se podría afirmar que ella fue la culpable de “La Guerra de la Triple Alianza”. En la que Brasil, Argentina y Uruguay, le cayeron como pavos al heroico Paraguay del mariscal Solano López, cuyos soldados tenían como divisa “un paraguayo no se rinde”. En esa guerra murieron casi todos los hombres del Paraguay. Perdón pedimos por apartarnos del interesante asunto de Fidel, la señora Bachelet y Bolivia.

Nación privada desde hace ciento veinte años, de su salida al mar. Ocurrió que ella era la dueña de las tierras que forman el desierto de Atacama, que era la salida de Bolivia al Océano Pacífico. Por desgracia el desierto de Atacama era rico en salitre. Inglaterra codiciaba ese salitre. Entonces “la rubia y pérfida Albión”, se las ingenió para que surgiera una tragedia. Armó a Chile y provocó una guerra entre el fuerte Chile y la débil Bolivia. El Perú se fue a la guerra en auxilio de Bolivia, que llamada era “el alto Perú”. Y la realidad era que Chile tenía el poder militar necesario, para batirse y derrotar a las dos naciones.

Así sucedió y pronto las tropas chilenas llegaron a La Paz y a Lima. El triunfo coronó las ambiciones salitreras de Inglaterra, llamada con razón “la rubia y pérfida Albión”. En esa guerra injusta, ocurrió un hecho formidable de coraje y abnegación. Fue lo acaecido en el Cerro de Arica. En esa histórica montaña, los peruanos se encontraban sitiados, por fuentes y bien organizadas columnas del ejército chileno.

Los sitiadores mandaron un pliego con la promesa de salvación,  si los sitiados se rendían. Coincidencia extraña, el soldado que llevó el pliego de salvación, era de apellido Salvo. El comandante de Arica tenía por apellido Bolognesi. La respuesta tajante de este corajudo peruano fue: “Arica no se rinde. Quemaremos hasta el último cartucho”. Los bravos defensores de Arica se inmolaron. Eso ocurrió en el 1880 y a los cien años. O sea en el 1980, nos tocó asistir en Montevideo, a un acto importante y emotivo. Sucedió en la embajada del Perú, donde el jefe del ejército peruano, que era un buen orador, proclamó al defensor del Cerro de Arica, a Bolognesi como: “El Santo Del Ejército Peruano”. Lamentablemente pasada una semana, leímos la muerte del general peruano, por culpa de un accidente aéreo.

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