La primavera árabe no ocurrió en esta estación del año sino en invierno, febrero 2 y la primavera de Praga tampoco fue en esa época del año sino el 21-08-1968, pero primavera se asocia al nacimiento de las flores y el verde que es la estación más colorida del año.
En el caso de Praga sucedió por la ponencia de Alexander Dubcek, alto dirigente del Partido Comunista Checo que propuso restablecer la soberanía conculcada entonces por la URSS y descentralizar la economía, pretextos sobrantes para Moscú movilizar al Pacto de Varsovia y aplastar la balbuciente disidencia que amenazaba su imperio, que aconteció 21 años más tarde, en 1989 en que como la canción de Rafael Martos, todo se derrumbó.
Alusivo a la primavera árabe es la reacción de un mundo en el cual el 6% de su población es menor de 26 años promedio, es decir que solo el 27% conoció el surgimiento de Muammar El Gadafy cuando derrocó en 1969 al rey Idris I y estableció la República Jamarahmiya Popular y Socialista, una tiranía, absolutista como todas y con un socialismo ladronista que enriqueció al tirano y a sus familiares y adláteres, en 41 años de satrapía infame.
Desde 1987 Zine Ben Alí tiranizaba a los tunecinos en que el 24% desconoció el origen de su poder. En Egipto Hosmi Mubarak tiranizaba a sus paisanos desde 1981 en que sucedió al magnicidio de Anwar El Sadat.
Jordania, Yemen, Qatar, Barhréin, Marruecos, Kuwait, Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos son monarquías corruptas, desfasadas de la realidad planetaria, marginando a las clases medias universitarias, concentrando sus riquezas en las satrapías, y todo ese barruntar es evidente que resulta imposible petrificar y proseguir en el tiempo. Es mucho lo que habrá de acontecer, pronto y cambiante, y de ese tsunami político en manera alguna Israel resultará ileso.