La Primera Bienal de Bonao:
un aporte más de Cándido Bidó

La Primera Bienal de Bonao: <BR>un aporte más de Cándido Bidó

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Con toda probabilidad, este concurso de arte se llamará popularmente la Bienal de Bonao, un nombre sencillo, significativo… y que suena muy bien. Cuando se anunció ese nuevo estímulo al arte dominicano, no hubo realmente una reacción de sorpresa.

Lo que logró Cándido Bidó en su pueblo natal, para una ciudad, una región y el país, permite esperar las iniciativas más ambiciosas y plausibles a la vez. Convocar y organizar una bienal nacional se inscribe en los lineamientos de esta filantropía artística que caracteriza a un gran pintor y humanista.

La Bienal Nacional Paleta de Nickel, totalmente patrocinada por la empresa Falconbridge, también mecenas de la Fundación y el Museo de Cándido Bidó, se ha celebrado éxitosamente por primera vez. Se ha programado, desarrollado y cumplido a plena satisfacción, entre un núcleo de organizadores, un jurado de selección y un jurado de premiación, compuestos por personalidades nacionales.

Más aún, esta primera edición ha sobrepasado las expectativas con cientos de participaciones y más de un centenar de obras seleccionadas. Los resultados inciales son muy alentadores. Todo deja prever que el evento se perfila hacía el futuro y una segunda edición.

Cada concurso de arte posee sus rasgos propios. Recién nacida, la Bienal de Bonao se va definiendo. Preocupada por mantener la tradición del arte dominicano, hasta en sus versiones contemporáneas, ha instituido solamente cuatro categorías: Pintura, Escultura, Dibujo y un renglón libre –abierto a los más diversos lenguajes y expresiones. Sin embargo, las tres primeras, por lo menos ahora, fueron las más concurridas, interesantes y coherentes. La experiencia de las bienales de artes visuales se pronuncia en este sentido: la categoría libre carece de la abundancia que supondría la amplitud de sus opciones.

Luego, desde sus inicios, esta bienal se ha distinguido por una innovación muy aplaudida, las Menciones de Honor, que pese a su nombre no suelen siempre ser codiciadas y dejan a veces frustraciones, han recibido un estímulo material, algo no previsto en las bases. Señalaremos que esa compensación se inscribe en una flexibilidad bien comprendida del joven concurso y una de sus cualidades ya apreciables. Así mismo, a los premios reglamentarios, se ha sumado un Premio Especial para un artista y una obra, reuniendo cualidades excepcionales.

Los elegidos

En nuestro criterio, la obra de mayor impacto, y de las pocas que podían clasificar como arte contemporáneo, es la de Danilo de los Santos. Tres grandes piezas, combinando la confección local de «pellizas» –o alfombras de retacitos– y la pintura. Una expresión sobresaliente en ingenio y creatividad, que funde la identidad vernácula con la libertad de los medios. El Espíritu de la Pelliza, también referencia carnavalesca, obtuvo el Premio Especial del Jurado. Aparte de la excelencia de su aporte, Danilo de los Santos, artista consagrado –no hablemos de su magnífica historia del arte–, ha sabido solidarizarse con esta primera bienal.

El Gran Premio ha coronado a Juan Bravo, un destacado miembro de la Generación de los 80, por Los Orígenes, que demuestra cómo su pintura actual consigue manejar colorido, pinceladas y texturas, cuando habitualmente se destacaba en collage y en blanco y negro. Esta pintura fuerte, expresionista y sincrética, testimonia el dominio en la fusión entre la abstracción y la figuración.

Lucía Méndez, que como Danilo de los Santos realizó un conjunto de tres cuadros notables, se confirma, con su merecido Premio, En el Altar, como una de las mejores pintoras de la generación nueva. Continua trasladando al lienzo de la condición femenina mayoritaria, en un discurso pictórico muy personal y una escritura dibujística impresionante. Confiamos en que la virtuosidad que ha adquirido en esos hermosos iconos de la mujer, no se convierta en una formulación reiterativa.

En Escultura, teniendo en cuenta la definición tradicional de esta categoría, Juan Trinidad sobresalió con su talla vertical, Innovación, que recibió el Premio correspondiente. El supo aliar la pureza de una forma a la vez esencial y labrada, horadada de entrantes y salientes, rigurosa también en su acabado. Esta obra magistral muestra que Trinidad puede trabajar la madera al natural, en la nobleza de su color y textura de origen.

La Mención, atribuida a Rosalba Hernández, distinguió a la mejor obra en la categoría de Dibujo, conjugando energía y humor, expresividad y ritmo plural, en una escritura de la ciudad, que no deja de recordar los ambientes urbanos de Antonio Seguí.

En la Categoría Libre, la espléndida fotografía de Fausto Ortiz, que se ha adueñado de figuras del carnaval no convencionales, se llevó la palma. Sus Descendientes del Barro, cuya precisión textural fascina e intranquiliza, se convierten en curiosas criaturas de piedra. El encuadre y la composición contribuyen al impacto.

Mencionaremos al respecto la representación muy limitada de la fotografía, debida probablemente a la incertidumbre de los fotógrafos ante las bases de la Bienal. Del mismo problema podría haber adolecido la cerámica, a pesar de la relevante obra, orgánica y sensual, de Luis Muñoz, titular de una Mención, que no se benefició de la clasificación en Categoría Libre.

Las demás Menciones de Honor se atribuyeron en Pintura a una obra, de técnica escrupulosa, de Melanie Guzmán, y a la Escultura-objeto, con mensaje mordaz, de Raúl Gerardino.

La primera Bienal nacional Paleta de Nickel, que amerita sinceras felicitaciones y agradecimiento de los artistas, irá creciendo e imponiendo sus cánones propios. Una visita al museo Cándido Bidó ha de ser programada entre las actividades culturales prioritarias.

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