La Primera Trienal Internacional del Caribe es éxito y ejemplo

La Primera Trienal Internacional del Caribe es éxito y ejemplo

Rodrigue Glombard, artista de Martinica que acaba de regresar de Santo Domingo escribe: “Yo estuve muy dichoso de participar en este evento. He podido comprobar el muy buen nivel de la producción artística caribeña. Me siento muy feliz y muy orgulloso de estar entre los artistas que componen esta primera trienal, sobre un tema que me es particularmente caro.

Esto me permitió igualmente reunirme con un equipo muy competente y eficaz. Yo les felicito, así como a los artistas, generosos y de gran talento. Se lo agradezco inmensamente y deseo larga vida a este proyecto que amerita una gran proyección irradiante.”

No es costumbre nuestra empezar un texto con una cita, y menos de un artista participante. Sin embargo, más que una opinión particular, es la expresión de un consenso. La Primera Trienal Internacional del Caribe ha sumado prácticamente todos los elogios de quienes participaron en diferentes funciones y de quienes observaron, visitantes dominicanos y del exterior.

¡Podríamos considerarlo como un fenómeno casi excepcional! Las bienales nacionales y del Caribe, en sus distintas ediciones, suelen provocar disgustos y generar fuertes críticas, justas… e injustas. El reconocimiento plural, expresado nacional e internacionalmente a esta Trienal, se explica por varias razones, y no solamente por la calidad de las obras y la acertada premiación, a las cuales dedicaremos un  artículo en la siguiente entrega.

Éxito del tema.  Se cuestiona el hecho de pedir a los artistas que traten determinado tema, argumentando que se les cohíbe la inspiración e impulso creador. Es evidente que depende del sujeto sugerido… En el caso de la Trienal del Caribe, se propuso la temática de “arte y medio ambiente”, con un extenso y preciso planteamiento motivador. Difícilmente podía existir un asunto más amplio, polifacético, abierto a múltiples interpretaciones, y que por lo demás responde a la sensibilidad del artista –aparte de que varios de los seleccionados e invitados se habían comprometido antes con la defensa de la ecología y la condición humana–. El creador siente como agresión suya los daños a la naturaleza –flora y fauna–, las perturbaciones climáticas, los atentados a la gente echada de sus tierras y privada de su identidad. A menudo, él no necesita que se le requiera, e incluye esos dramas de la vida dentro de la obra.

La libertad de expresión, de tendencia, de forma era total, y los artistas presentaron proyectos que demuestran más que aceptación, una compenetración con la propuesta, logrando una perfecta percepción temática y un desenvolvimiento original, integrándose valores contemporáneos, ingenio y convicción en la mayoría de las obras. Pocas veces hemos visto un conjunto tan bien articulado y coherente en un certamen de arte, configurando esa muy especial “diversidad homogénea” que atribuyen a la cultura del Caribe.

Ejemplo para el futuro.  La Trienal se había contemplado con mucha antelación, pero a su versión actual quedaron solamente meses para la programación concreta y la ejecución. Fue un proceso armonioso que partió de las sesiones frecuentes del Comité Organizador y curatorial. El diálogo con los curadores, la presentación de los proyectos, las propuestas definitivas en imágenes y textos se caracterizaron por la fluidez, el respeto, la conciliación. Ese sosiego, esa progresión paulatina se reflejan en las obras finalmente seleccionadas.

Otro elemento fundamental de éxito consiste en que la Trienal  asume enteramente los costos del transporte. Para los artistas es un inmenso alivio y motivo de satisfacción… y nuevamente se percibe en las obras exhibidas. Los autores planificaron su trabajo, cuidaron la realización y prepararon el envío por  vía expresa, naturalmente, sin la acostumbrada ansiedad y excesiva demora. La tranquilidad resultante influyó en la buena factura y terminación, característica casi omnipresente tanto en las instalaciones –muy numerosas– y sus componentes obviamente “bien pensados”, como en las pinturas y los videos.

El montaje.  Con una excelente colocación espacial de las obras, contribuye a destacarlas. Aparte de los invitados especiales –ubicados en la primera planta–, la distribución por áreas geográfico-lingüísticas  propicia la claridad de una lectura caribeña. El visitante sigue fácilmente el circuito… por las islas y demás territorios, en un itinerario visual apasionante, y “viaja” de revelación en revelación, sorprendido de aquella simbiosis de continuidad, interacción y diversidad.

Cuando salimos del Museo de Arte Moderno se nos hace más vigente aún la afirmación de que, cual sea su lugar de nacimiento, su lengua vernácula, los orígenes de su ascendencia, el artista caribeño lleva en sí mismo y en su obra la América precolombina, la África madre nutricia, la Europa –más allá de la metrópolis– y otras fuentes más lejanas.

Al integrarlas -naturalmente- dentro de las formas plásticas contemporáneas y a menudo los nuevos medios, observamos en esta admirable Trienal cuánto y cómo los creadores logran conservar una personalidad identitaria, privilegio que ciertamente  hace su arte único, fascinante y por demás diferente.

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Otras actividades

La parte teórica recibió mucha atención y fue de gran calidad, entre diálogos, paneles y conferencias, alternándose artistas, curadores, jurados y organizadores. Siempre hubo público e intervenciones de los oyentes, y no fueron pocos, nacionales y extranjeros, ¡que no quisieron faltar a ninguna sesión!

Las galerías privadas ofrecen exposiciones caribeñas. Bellas Artes presenta una muestra homenaje de la importante artista curazoleña y dominicana Jean Girigori, y también pueden visitar la hermosa colección de obras caribeñas del Museo de Arte Moderno.

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