El turismo cultural es una de las más prometedoras empresas comerciales del sistema de industrias culturales y creativas de un país; y dentro de ella, la artesanía deviene una de sus direcciones estratégicas. Ofertar al turista un auténtico producto cultural, es uno de los retos más acuciante que tiene la empresa artesanal dominicana.

La preocupación de Doña Haydee Raineri, como presidenta de ASONAHORES sobre la problemática artesanal de nuestro país, y la solicitud de Belinda Vivas, presidenta de FUNDARTE,  de que le fueran entregados a esta organización los ocho millones de pesos, previstos para el impulso a la artesanía, y la noticia, finalmente, de su entrega, ha sido un tema que viene abordándose en los medios, en las últimas semanas. Perspectivas distintas sobre una misma problemática, sin embargo, una no complementa a la otra y siguen latentes los cuestionamientos sobre el futuro de la artesanía dominicana.

La problemática va mucho más allá de un capital financiero para su impulso, en el trasfondo, es más una necesidad de capital humano, y de estudio, planificación e implementación con visión de futuro y de afirmación de la identidad nacional. La artesanía dominicana demanda una proyección estratégica empresarial, con un conocimiento pleno de la dinámica específica de una industria cultural que produce un tipo especial de mercancía, con un valor  identitario y estético que preservar. Otro lado del problema es la necesidad de diseñar un sistema de acciones para elevar la calidad del producto artesanal nuestro.

¿Qué hacemos con los ocho millones si cuando, como artesano, usted oferta su obra a una Gift Shop y no le compran o le quieren “tirar por el piso” los precios, y, por el contrario, se venden en estas tiendas de souvenirs, productos que aún con etiqueta MADE DOMINICAN REPUBLIC, sabemos los criollos que la mayoría son hechos en China, Indonesia o en otros países, a muy bajo costo? ¿Qué hacemos con los ocho millones si muy pocos son los pintores dominicanos insertados en el mercado turístico mientras que muchos de los que nos visitan se llevan del país un cuadro – una imagen artística – que ni es hecha por dominicanos, ni es reflejo de nuestra identidad y, por demás, de una calidad, sumamente cuestionable? ¿Qué hacemos con los ocho millones si las frutas y dulces que ofrecemos en algunos hoteles y restaurantes “típicos” son europeas, y escasean la guayaba, el melón, la lechosa,  el zapote, la chinola, el dulce de leche con coco, el dulce de batata y otras delicias tan, pero tan nuestras? ¿Qué hacemos con los ocho millones si no tenemos una estrategia científica para el desarrollo de la artesanía dominicana?

Es imprescindible, claro está, un capital financiero, pero es urgente ejecutarlo mediante la implementación de una Estrategia de Desarrollo de la Artesanía Nacional. Una Estrategia que se base en la coordinación interinstitucional, articulando todos los factores implicados, tanto los gubernamentales como de la sociedad civil, todos los que tenemos incidencia en los destinos de la artesanía nacional, dimensión esta en la que no podemos dejar de mencionar el rol decisivo del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Turismo, FUNDARTE, Asonahores, el Cluster Turístico, la Asociación de Productores de Artesanía de Santo Domingo, y otras representaciones.

Sería oportuno, con todos, constituir una Comisión Nacional de Artesanía para implementar la Estrategia.

El producto artesanal es una obra de la cultura popular tradicional, es parte intrínseca del patrimonio cultural dominicano, es uno de los símbolos de nuestra identidad. Un producto artesanal es un pedacito de nuestra dominicanidad que se llevan de retorno los turistas, en el alma o en las manos.

Hemos de ofrecer, mercadear, y cuidar que  la mayor cantidad de obras artesanales que ofrezcamos a los turistas sea vendida con una avalada etiqueta que diga: “Authentic Hand Made Dominican Republic”.