La problemática de los alimentos

La problemática de los alimentos

La economía del Japón está estancada debido a la ausencia de actividades  a causa de la catástrofe provocada por la sucesión del reciente terremoto, el tsunami y la crisis nuclear. En consecuencia, será mucho más difícil reactivar la economía que cuando sufrieron en  1995 el terremoto que devastó la ciudad portuaria de Kobe. Los supermecados están vacíos y algunos productos de primera necesidad como el arroz no se encuentran en el mercado. A fin de enfrentar esta situación, el país tendrá que aumentar sus importaciones de alimentos, lo que producirá una mayor tensión inflacionaria. Del mismo modo, las presiones inflacionarias en los precios de los alimentos crearon y fomentaron la inestabilidad que hoy reina en todo el Oriente Medio.

Con el objeto de ilustrar la situación imperante, debemos resaltar que a mediados de 2010 los precios del arroz, maíz, trigo, etc. se incrementaron en forma desproporcionada y particularmente el precio de los cereales se duplicó en un período de ocho meses. Sin embargo, aunque los países han adoptado una política de aumentar masivamente los subsidios, el aumento de los precios se trasladó a los consumidores, lo que ha ocasionado protestas populares generalizadas. Una de las lecciones aprendidas es que tanto la inelasticidad de la oferta de petróleo como la de los alimentos son elementos importantes en determinar la situación política en el país.

El problema consiste en que la demanda global de alimentos se enfrenta a una insuficiencia de la oferta global y, por consiguiente, a un aumento de los precios, el cual, aunado a la escasez de alimentos, es caldo de cultivo para generar inestabilidad política en cualquier país del mundo donde predomine la exclusión y la desigual social.

La situación de los precios en la actualidad viene precedida de otro incremento de los precios en el arroz y el trigo ocurrido en 2008, fenómeno que produjo fuertes protestas populares en muchos países, incluyendo Haití. En ese momento, al igual que ahora, los mayores productores de arroz y trigo, como la India,  Filipinas y Rusia, restringieron sus exportaciones ocasionando incrementos de los precios a nivel mundial y aumentando los riesgos en aquellos países como el nuestro que son deficitarios en la producción de alimentos.

De acuerdo a estimaciones del Instituto Internacional para la Investigación y Política Alimentaria, a causa de la globalización las sociedades se han modernizado y, en consecuencia, sus efectos han provocado cambios en los hábitos de consumo, ya que las personas prefieren comer una cantidad mayor de carne y de productos lácteos. Se estima que para el período 2000-2030 el consumo per cápita puede aumentar 49 por ciento en China, 79 por ciento en la India y 22 por ciento en Brasil. Asimismo, dichas proyecciones estiman un incremento en el consumo de los alimentos para animales.

Otras estimaciones anuncian que durante el período  2010-2050, la población mundial crecerá en un 38 por ciento, pasando de 6.9 millardos a 9.5 millardos de los cuales la mayor parte se concentrará en los países pobres. De ahí que de acuerdo a estimaciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, para satisfacer ese incremento de la demanda se requiere que la producción de alimentos se duplique para el 2050. Dentro de ese contexto cabría preguntarse si frente a los desafíos de las limitaciones de agua, los desastres naturales, aumento de la erosión y la falta de adoptar políticas públicas coherentes, ¿no habría una limitación en la capacidad de los países en aumentar o duplicar la producción mundial de alimentos? Mirando desde otro punto de vista, ¿podrá lograrse ese objetivo?

Nuestro Gobierno ha dispuesto duplicar el número de plazas agropecuarias, para que la población de bajos ingresos tenga acceso a los alimentos a precios más asequibles y de esa manera amortiguar los efectos de los aumentos. Sin embargo, pese a las buenas intenciones, estas medidas son de tipo conyuntural y se requiere adoptar medidas con una visión de mayor largo plazo.

Por otra parte, la escasez de alimentos podría aumentar el número de Estados fallidos, como es el caso de Haití y otros países. En consecuencia, aquellos países que sean incapaces de garantizar la seguridad alimentaria de sus pueblos podrían enfrentar una mayor inseguridad ciudadana, la aparición más frecuente de epidemias como el denge o el cólera, disminución de los niveles nutricionales de la población o una creciente inestabilidad política.

De acuerdo con la Oficina Regional de la FAO en 16 países de América Latina y el Caribe, los precios del pan, cereales, pastas, tortillas, aceites, grasas y azúcares han aumentado en forma generalizada. Para otros productos como las carnes, los lácteos y huevos la tendencia de los precios ha sido variable. Cabe destacar que el efecto del alza de los precios de los alimentos lo siente en mayor medida la población de bajos ingresos, cuyos gastos en alimentos son de aproximadamente 60 a 70 por ciento de sus ingresos. Su impacto en la población pobre reduce el acceso a los alimentos, provocando modificaciones en la dieta, al reemplanzar alimentos nutritivos por otros más baratos, lo que ocasiona una disminución en sus niveles de nutrición.

Aún no se conocen en forma amplia las verdaderas causas de la situación mundial, situación que origina un incentivo de compras a futuro como medio de asegurarse el abastecimiento de los principales productos y en cierta medida algún tipo de especulación sin que ésta sea la causa principal.

Sin lugar a dudas, se puede afirmar que los elevados precios aunados a una contracción de la oferta global han enriquecido a los principales productores a nivel mundial, dado el incremento de los precios de sus exportaciones y por consiguiente de sus ingresos.

En definitiva, si los gobiernos no se concentran en diseñar políticas públicas de mediano y largo plazos que conlleven a un mejoramiento y revalorización del sector agrícola, por medio de una mejor combinación y uso de los dones de la naturaleza y la tecnología y que al mismo tiempo, genere un equilibrio entre la oferta y la demanda de alimentos de esos países, las consecuencias políticas, económicas y sociales serán desastrosas.

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