SANTIAGO. - La Restauración de la República Dominicana del 16 de agosto del año 1863, fue un paso trascendental, útil y necesario para contribuir con la madurez política del pueblo dominicano, afirmó el historiador Robert Espinal Sin embargo, dijo que, a pesar del patriotismo de esa época, la gesta se vio ensombrecida por algunos personajes que tenían apetitos por el mando, que querían llegar al poder. Hoy/Archivo
Historia 16 de agosto trajo madurez
Historiador dice que la gesta restauradora contribuyó a la madurez política pero que levantó apetitos por el poder político
SANTIAGO.- La Restauración de la República Dominicana del 16 de agosto de 1863 fue un paso trascendental, útil y necesario para contribuir con la madurez política del pueblo dominicano, afirmó el historiador Robert Espinal.
Sin embargo, dijo que a pesar del patriotismo de esa época, la gesta fue ensombrecida por algunos personajes que tenían apetitos por el mando, que querían llegar al poder.
Un producto de la restauración fue Ulises Heureaux (Lilís), quien a pesar de ser ahijado del héroe de la gesta Gregorio Luperón fue presidente pero luego pasó a dictador.
Recordó que Luperón lo patrocinó “porque veía en él condiciones, actitudes buenas y positivas, tenía carácter, disciplina y cultura, pero cuando llegó al poder se destapó como un dictador; no aprendió nada de Luperón”, afirmó.
Con la proeza histórica ocurrida hace 158 años, de acuerdo con Espinal, fue restaurada la república desde el punto de vista jurídico y en el plano internacional porque la nación fue reconocida como república. También se restauró el apetito por el mando que había antes de la anexión.
Dijo que la gesta fue un fenómeno social impresionante porque unió todas las clases sociales para combatir un enemigo común: el contingente militar que llegó con la anexión. Recordó que la Restauración también contribuyó a que el pueblo creara conciencia de lo mucho que cuesta tener la democracia, aún imperfecta.
Cree no e s valorada fecha
Espinal considera que el Día de la Restauración no es valorado en su justa dimensión, ya que, a su juicio, no pasa de un acto bonito, patriótico y significativo; un izamiento de la bandera y un tedeum en la catedral. Nada más.