La prosa periodística

La prosa periodística

Estamos acostumbrados a vivir sumidos en un revoltijo o mezcolanza. La realidad es lo que los empresarios del turismo llaman “todo incluido”. Aquellas personas que intentan “desenmarañar las cosas del mundo”, las separan en porciones para estudiarlas mejor. Existen animales, rocas, árboles; y de esas divisiones salieron zoólogos, geólogos, botánicos. Desde el comienzo de los tiempos los hombres notaron que había tierra, aire, agua, fuego; y que esos elementos constituían algo así como “materias primas”, para decirlo en un lenguaje que abarque industriales y teólogos. La religión, la poesía, la filosofía, fueron “modos” sucesivos de acercarse a los enigmas del universo. La ciencias modernas son “hijas adoptivas” de esas tres madrastras.

Los “desenmarañadores” tradicionales, por tanto, han sido: sacerdotes, poetas, filósofos. Y cada uno ha desarrollado su propia forma de expresión: revelaciones y oráculos, poemas y cantos, diálogos y discursos. Algunos eruditos afirman que Anaximándro fue el “inventor” de la prosa. Discípulo de Tales de Mileto, vivió entre 610 y 545 AdeC.; se dice que creía que la tierra era esférica y giraba alrededor de su eje. Según Ortega, la prosa de Anaximándro no pudo consolidarse en un género literario “por no estar segura de sí misma”. Cuando menos uno espera: “sopla un vendaval emotivo, casi mitológico, que encrespa el lenguaje prosaico y lo llena de relámpagos visionarios”.

La prosa literaria, la prosa académica y pedagógica, la prosa periodística, la prosa diplomática, “descienden” de la de Anaximándro y, a veces, pecan de los mismos excesos. El “revoltijo estilístico” nunca ha podido erradicarse enteramente del lenguaje escrito, porque la realidad misma nos subsume en la mezcolanza originaria. Todo tiende a “enmarañarse”, a pesar de los grandes esfuerzos hacia la claridad que hacen religiosos, poetas y filósofos. El lenguaje diplomático, contrario a la poesía, es “todo él evasivo”.

Ortega piensa que el eufemismo “suplanta la expresión fuertemente intuitiva por otra difuminada y aguanosa”. Los políticos pueden tomar realidades “terrenales”, llenarlas de aire y agua, y batirlas hasta formar una espuma parecida a la del suspiro de repostería. Ojalá que la hoguera social levantada por la sentencia del TC no se convierta en “humo de pajas”, en prosa “aguanosa” que desvirtúe, una vez más, el invento de Anaximándro.

 

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