La protección a los puentes viales

La protección a los puentes viales

Las autoridades de Obras Públicas deben agradecerle a los que ahora construyen los aproches de los puentes que su trabajo fuera deficiente, ya que de esa forma se salvaron esas estructuras de hormigón y acero, evitando su colapso y proceder entonces a reconstruirlos, labor que se realiza a la carrera y con poca supervisión de ingeniería y calidad.

El paso de las cuatro tormentas de agosto, Fay, Gustav, Hanna e Ike, contribuyeron a provocar un rápido deterioro de las vías de comunicación e incomunicar numerosas comunidades cuando las aguas de ríos y cañadas arrasaron con los aproches de los puentes construidos por encima de esas corrientes de agua. Éstas, en estos días, han estado preñadas de volúmenes increíbles de agua para arrasar todo lo que encuentran a su paso, en especial los cultivos agrícolas o inundando comunidades construidas a orillas de esos cursos de agua.

Es un cuento de nunca acabar, de que los aproches de los puentes son arrasados en cada creciente de los ríos y los puentes quedan aislados hasta que de nuevo y a la carrera se rellena el boquete debajo por las aguas, permitir el tránsito y luego no protegerlo para evitar que vuelva a ocurrir otro deslave con una nueva crecida del río o del arroyo.

Al construir los terraplenes para acceder a los puentes, levantados a una altura superior al nivel máximo de la creciente milenaria del río, se convierten en represas que ataja el agua e inunda todo lo que está aguas arriba de esa carretera y del puente, produciendo la inundación de áreas habitadas hasta que los aproches no se rompen y ocurre un desagüe rápido de esa laguna provisional que es alimentada con la avalancha de agua que traen los ríos o cañadas; muchas de ellas habían estado secas por décadas.

Los aproches de los puentes son parte esencial en la buena función de los mismos y si no se construyen con la técnica adecuada, las aguas desbordadas los erosionan, y ya para la segunda o tercera crecida del río son arrasados. Un caso curioso de resistencia de aproches son los del viejo puente de acero sobre el río Ocoa en Boquerón o Los Pilones en la carretera a Azua donde se conservan en buen estado, mientras los construidos en el puente de hormigón son arrasados con cada crecida del río por sus turbulentas aguas, embravecidas por las fuerzas desatadas de una naturaleza golpeada por la acción depredadora de los humanos en contra de ella.

Al construir los aproches de los nuevos puentes, éstos no son protegidos como es debido y salvo algunas excepciones de los pocos bien hechos, vemos que los de ahora en puentes nuevos no resisten la potencia de las aguas, ya que si se protegen con gaviones no son rellenados y consolidados debidamente en la base.

Mucho menos pensar en encaches de piedras como los de aquellos puentes construidos en la década de 1930 que todavía resisten el paso de las aguas de manera airosa. Otro material inadecuado para los aproches es el relleno con caliche, que por su naturaleza y al no estar confinado, se diluye o se convierte en lodo y no resisten el empuje de las aguas turbulentas de un río en crecida.

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