LONDRES.- Una regla dura de la guerra iraquí ha sido ésta: Los acontecimientos que son perjudiciales para el Presidente George W. Bush resultan casi devastadores para Tony Blair, el Primer Ministro británico. La protesta por las armas de destrucción masiva que no pudieron ser encontradas fue más intensa en Gran Bretaña que en Estados Unidos, y ahora las horribles fotografías de la prisión Abu Ghraib de Irak han provocado nuevos rumors de la posible salida de Blair.
Las razones para la particular vulnerabilidad de Blair son tres. Gran Bretaña, a diferencia de Estados Unidos, no fue atacada por terroristas antes de que fuera a la guerra en Irak, de manera que el escrutinio de los motivos para la guerra es más detenido. Blair trabaja en un ambiente europeo, donde el escepticismo sobre Irak es de rigor. Y aunque el gobierno de Bush llegó tarde a los derechos humanos como una justificación para la guerra, Blair adoptó ese argumento antes, de manera que el abuso de prisioneros lo ha avergonzado agudamente.
El futuro de Irak y el de Blair se han vuelto inseparables. Blair necesita demostrar rápido progreso ahí para acallar el clamor dentro de su Partido Laborista y rechazar la andanada del líder del Partido Conservador, Michael Howard de que ha «perdido el control». Gordon Brown, hábil secretario del Tesoro de Blair, está a la expectativa. La estrategia británica, según la delinearon dos funcionarios cercanos a Blair, es vigorosa. El gobierno quiere una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para principios de junio que dé poder a los iraquíes, establezca el futuro político del país y defina el papel de la fuerza militar encabezada por Estados Unidos ahí.
Una genuina transferencia del poder, una fuerte presencia de la ONU en Irak y un fin formal del periodo de ocupación son los objetivos centrales británicos y entre más pronto mejor. Blair no quiere que las discusiones del resultado final sean consideradas antes de la planeada entrega el 30 de junio a un gobierno provisional iraquí, cuya composición aún tiene que ser decidida. La incertidumbre sólo avivaría la inestabilidad.
«Las fotos de Abu Ghraib fueron lo peor que podía ocurrir en términos de intranquilizar a quienes defienden a Estados Unidos y hacer sentir en lo correcto a quienes odian a Estados Unidos», dijo uno de los dos funcionarios cercanos a Blair, los cuales hablaron a condición de que no se mencionaran sus nombres. «Lo que es imperativo ahora es que la soberanía iraquí sea real y no una pantalla».
Este objetivo podría crear tensiones con Estados Unidos. Varios ministerios iraquíes ya han visto sus poderes coartados por la Autoridad Provisional de la Coalición encabezada por Estados Unidos. Un papel circunscrito para el nuevo gobierno iraquí, que incluya límites a aprobar leyes, ha sido delineado por Washington, aunque esa posición parece estar evolucionando.
De manera que ¿puede Blair asegurar la rápida transición iraquí que él quiere a cambio de su lealtad al Presidente Bush? Las próximas semanas serán una prueba crítica de su influencia.
Cada semana, al parecer, Blair trata de eludir la acusación de que su apoyo firme a Bush ha hecho a Gran Bretaña más servil sin que avancen sus intereses. «Tengo que aceptar la responsabilidad por la situación en la que estoy», dijo Blair la semana pasada. Esa situación es la más difícil que ha enfrentado en siete años como primer ministro. Como él sabe, la solución rápida podría ser poner cierta distancia entre él y Bush.
Eso, sin embargo, no sucederá. «Sería una absoluta locura disasociarnos de Bush», dijo el funcionario que discutió las fotos de la prisión. «El punto general sobre una alianza es que uno apoya a la gente en los tiempos difíciles así como en los fáciles. Estamos comprometidos con el proceso político en Irak».
Quienes han observado a Blair durante sus visitas a la Casa Blanca o en conversaciones telefónicas semanales con Bush insisten en que la acusación de que es demasiado dócil carece de fundamento. Si las fuerzas estadounidenses retrocedieron de un combate hasta el final contra los insurgentes en Fallujah, el consejo de Blair desempeñó un papel, dicen. Si hay un «mapa de ruta» hacia la paz en Oriente Medio, aunque confuso y con irregularidades, es gracias a Blair. Si Naciones Unidas y su enviado, Lakhdar Brahimi, están en el centro de los esfuerzos para salvar a Irak, se debe a la mano de Blair.
Por supuesto, el problema con el argumento de que la influencia de Blair ha sido real es que su resultado a menudo parece miserable. Irak está en confusión, la hostilidad árabe hacia Occidente ha aumentado, y el conflicto palestino-israelí tan lejos de una resolución como siempre.
Para un político que se embarcó en su liderazgo con una idea radical de que Gran Bretaña pudiera reformar a la Unión Europea a su imagen y al mismo tiempo preservar su relación especial con Estados Unidos, este estado de las cosas es perturbador. Su favoritismo por los lazos transatlánticos a costa de los europeos le ha costado apoyo dentro de la Unión Europea mientras que parece redituarle pocos beneficios. «Blair se ha sentido frustrado», dijo Jonathan Eyal, analista estratégico.
La tarea más difícil de Blair ahora podría radicar en determinar qué autoridad, si alguna, el nuevo gobierno interino de Irak debería tener sobre las tropas principalmente estadounidenses y británicas en Irak. Si se desea que la soberanía sea real, como insiste Blair que debería ser, las operaciones emprendidas por las fuerzas deben tener el consentimiento del gobierno. Por otra parte, la capacidad para maniobrar rápida y libremente es esencial para la efectividad de las tropas.
Con una elección acercándose en Estados Unidos, algunas potencias europeas no están particularmente inclinadas a hacer favores a Bush en las negociaciones del Consejo de Seguridad. Una o dos podrían incluso ver las actuales dificultades de Blair con cierto agrado y mostrarse renuentes a ofrecer algún regalo.
Pero el Primer Ministro tiene un incentivo poderoso para guiar a Irak a través de su traicionera transición: su propia supervivencia política. Su fuerte relación con Brown, forjada durante más de dos décadas, es bien conocida. Pero también lo es la determinación de Brown de convertirse en primer ministro un día.
Brown estableció su propia credencial fuerte en los últimos años: la exitosa economía de Gran Bretaña, la cual, junto con la ausencia de una fuerte oposición, había apuntalado a Blair y al Partido Laborista. El secretario del Tesoro ahora ha añadido otra credencial: Está relativamente ileso en cuanto a Irak. ¿Pudiera haber un cambio en la cima? «Es seguro que habrá tensiones entre ellos», dijo el primer funcionario. «Pero este ha sido un matrimonio largo».