La prudencia del Presidente

La prudencia del Presidente

MANUEL A. FERMÍN
En la política hay lecciones ineludibles de las que debemos aprender: no atacar ferozmente a su adversario, más si el mismo pertenece a su propio partido. Llevar una campaña confrontadora a lo interno de la organización ha caído mal hacia dentro y hacia fuera del Partido de la Liberación Dominicana. El presidente Fernández, con la prudencia de un hombre de Estado, ha mantenido un silencio realmente propio de un ser no ordinario. No se altera inesperadamente por ninguna influencia o adversidad.

Sus críticos internos y externos han intuido que es un absurdo cifrar únicamente la retención del poder solo en la estabilidad macroeconómica y no centrarse en la agenda social, sin embargo, los índices de desaprobación son bajos para Leonel Fernández y el PLD; no ha habido un desgaste pronunciado porque la credibilidad y los errores personales no han sido tantos, no hay recesión, hay crecimiento económico a costa de la producción y no del déficit, los bancos en situación holgada, con bajas tasas de interés, un mercado inmobiliario efervescente, en fin, no ha creado desconfianza pública pronunciada que haga ver el Gobierno como un fuerte recordatorio de lo malo en la política.

No es propio de un político hábil abrir una discusión que no pueda obtener de ella beneficios calculados de un golpe maestro, concebido, planificado e implementado, pues el efecto devastador se vuelve contra sí mismo, y aquí parece que el doctor Fernández es un maestro en el arte de no confrontar, esquivando el choque, incluso sin tener que llegar a la emblemática estrategia romana de “divide y vencerás”. A pesar de tan determinante realismo del sentencioso dogma, el señor Fernández en sus éxitos políticos no ha tenido que recurrir a él, simplemente le ha acompañado un hado de suerte para salir airoso.

En todos esos escenarios ha aparecido como un candidato nacional y no un candidato faccional. Su gestión con estilo “neoclásico” para dirigir el Estado ha podido tranquilizar a los más escépticos, incluso, ningún factor ha contribuido a darle masa al PLD como el paso por el Gobierno, del presidente Fernández. Los críticos de esta forma de apuntalar el poder le dan mezcla de los tres líderes tutelares desaparecidos, haciendo un símil con el más aventajado y probablemente mayor dotado para entender la realidad, que fue Joaquín Balaguer. De hecho, su habilidad para hacer la oratoria con elocuencia compite con la de cualquier jefe de Estado dejando la impresión de que la gente tenga o abrigue pocas dudas de que él es inexorablemente la dirección a seguir, y esto, no hay que explicarlo, es una herramienta de estrecha consonancia para luchar por el poder en la República Dominicana. Pienso, entonces, que el licenciado Medina, aguijado por la fascinación de alcanzar la Presidencia, ha diseñado una fallida estrategia política cuando hace críticas severas al gobierno que él mismo construyó, pues ha provocado la hostilidad de sus adversarios. Insensatamente le pide a sus compañeros que le ayuden a ganar, pero no hay duda del resentimiento que deja en temerosos dirigentes que le atribuyen poca fuerza externa que indique que el Partido retenga el poder, y en el peor de los casos, también le carga todo el peso de la culpa por salir del mismo en el 2000, un fallo que no es justo cargárselo a él, pero que sirve para hundir sus posibilidades. De ahí surge la gran pregunta: ¿Van a arriesgarse a dar un paso inseguro mientras exista la posibilidad de la continuidad?

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