Sin estridencia ni arrogancia, el nuevo superintendente de Bancos, Alejandro Fernández, ha estado actuando con la debida prudencia en el manejo de una institución fundamental para el estado de confianza y seguridad del sistema financiero nacional.
Fernández, que según sus propias palabras, se preparó mental y profesionalmente para ocupar esa importante posición, ha llegado a la Superintendencia sin ánimo de retaliación, respetando en la medida de lo posible el personal y sin crear un estado de pánico como debe ser.
Recientemente tuvo la responsabilidad de desmentir la versión de que en la pasada administración de Luis Armando Asunción Álvarez se gastaron millones de pesos en bebidas y buenos vinos, lo que habla muy bien de su entereza, actitud que lo aleja del sensacionalismo mediático.
Los funcionarios designados por el presidente Luis Abinader en sentido general lo que tienen es que trabajar para que en un tiempo aceptable el país recupere su ritmo de crecimiento, y el mejor ejemplo lo tienen en el propio jefe de Estado que en menos de un mes ha desarrollado una ofensiva de gobierno, que incluyó la pasada semana encuentros con el liderazgo político nacional: con Guillermo Moreno de Alianza País, Leonel Fernández de la Fuerza del Pueblo y Danilo Medina y el Comité Político del PLD.
Por sus credenciales profesionales y personales el éxito del nuevo superintendente de Bancos está asegurado, y si le agregamos la herencia familiar de sus antepasados podemos confiar en lo que sería un antes y un después en una gestión llena de retos y desafíos por las circunstancias dramáticas que vive la humanidad en medio de la peor crisis económica y sanitaria de los últimos cien años.