La prudencia y la soga

La prudencia y la soga

Aquella mañana el maestro trajo una soga, alineó dos grupos de edades y tamaños similares uno frente al otro, le entregó la cuerda a poco unos halaban en una dirección y otros halaban en la dirección opuesta. Ambos grupos perseguían obtener ganancia de causa, poder disfrutar de la victoria.
Así de simple se puede enseñar, de manera pedestre, elemental, simplona, el principio fundamental de la actividad política, un forcejeo entre iguales, aunque como dice Pablo McKinney, olvidamos que unos son más iguales que otros.
Quizá de estos últimos son los grupos que gobiernan el país. Son de aquellos niños que cuando lograban tumbar al grupo contrario entre risas les gritaban a los perdedores: Uititío, uatatao, come arroz con bacalao.
Mientras, los ganadores aspiraban compensar las hambres atrasadas comiendo langostas, salmones, filetes y cortes de carnes que nunca habían oído mencionar. Algo así ocurre en nuestro país en los últimos años, del pastel, la mejor parte para mí, preferible que no sobre nada y si hay algún resto que se lo tiren a la mayoría, a la garata con puño.
Hay un viejo dicho surgido de una tribu olvidada y oscura perdida en el centro de África: si no eres domador, y aunque lo seas, nunca juegues con el león, no te acerques a la bestia salvaje, si le gustan tus caricias y gracias, te lo recompensa con sus manos llenas de garras muy filosas, muy cortantes y, en consecuencia, bien puede producirte arañazos peligrosos.
Si acaso al león no le gustan tus arrumacos, colérico, soberbio, salvaje, con un zarpazo te arranca un pedazo y hasta puede arrancarte la vida.
Así es la vida, así es la política, un equilibrio entre lo deseable y lo posible, entre el sueño y la realidad, entre las promesas y el cumplimiento.
Los logros, los triunfos, no son analizados con el mismo afán, con la misma profundidad de análisis cuidadoso, para determinar de qué modo se amplía, se mantiene la victoria lograda al obtener lo que se perseguía: gobernar.
Llama la atención el descuido con que el gobierno y sus estrategas olvidan lecciones del pasado recientes tan claras como aquel tiempo del cual Balaguer dijo que era manejado “por la voluntad cesárea que gobernó omnímodamente”, se refería a Trujillo.
El cura dijo en las 7 palabras de la Semana Santa de 1961: “todo pasa, todo se acaba”, el poeta dijo que “hasta la belleza cansa”.
El constante aumento de los combustibles, aunque baje el precio del petróleo, es un abuso al que se le suma el alza en los peajes.

Hay que gobernar con la prudencia con que se tira de la soga, para que no se parta.

Están advertidos.

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