La psicología del líder optimista

La psicología del líder optimista

El problema actual radica en que vivimos sin modelos de referencia; sin líderes en la familia, en la escuela, en los partidos, en la sociedad, y hasta en la propia persona, en aprender a gobernarse de manera Inteligente. Harry Truman dijo: “los hombres hacen la historia, no la historia al hombre”. De lo que se traduce que son las convicciones y las cualidades de quienes ocupan puestos directivos, las que moldean los eventos, no la tecnología, ni las conductas pragmáticas. Un líder tiene que tener una causa, unos motivos, unos propósitos, una circunstancia que buscar y, otras que crear, donde le cambie el rumbo al conglomerado de gente que sufre, o a una sociedad que se despedaza, o se niega a empoderarse.

El líder debe marcar a más de una generación, o un periodo histórico-social, para convertirse en modelo de referencia sano y digno de imitar. Los líderes no tienen miedo a perder, ceder, retirarse, o renunciar, para volver asumir con mayor espíritu el proyecto de vida. La inteligencia emocional y social hablan de que el líder sabe qué hacer, cuando otros no saben qué hacer.  Las circunstancia sociales predicen que las determinantes que generan los conflictos en el divorcio, en las crisis familiares, interpersonales y grupales, van aumentar. La tendencia de la cultura de la prisa, el relativismo ético y el narcicismo social van ha reproducir modelo de disfuncionabilidad en cientos de personas, en aprender a desarrollar las habilidades y destrezas para vivir o socializar con otros(as). Los conflictos son parte de la dinámica social, nadie puede excluirse para no vivirlos o sopórtalos desde la piel hasta lo visceral. Sin embargo, uno elige hasta dónde permite que infarte al corazón, al cerebro o produzca la resaca moral o las actitudes emocionales negativas.

Si el líder es optimista, sabe como construir anclas y navegar a buena vela, para llegar a puerto seguro; no importa la tempestad, o que el viento esté en contra, el capitán sabe dónde anclar; da confianza, fe, seguridad y armonía, donde la calma de las fieras aguas no ponga el barco a zozobrar. El líder optimista hace pausa, hace silencio, utiliza la prudencia y el retiro para encontrarse consigo mismo. El sabio no confronta todos los días, todas las horas, ni todos los momentos. Su fortaleza no descansa en el músculo ni las armas, sino en el espíritu. A veces hay que distanciarse para ser la diferencia, para delimitar los propósitos, sin abandonar las metas, ni los ideales ni los sueños. Las luchas por agotamiento o por resistencia debilitan a ambos contrincantes, y el árbitro no reflexiona porque también está agotado. El duelo por el conflicto, lejos de superarse, entra en una dinámica de duelo patológico o no resuelto, donde todos pierden y nadie gana.

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