La que no quería morir

La que no quería morir

Por muy extraño que nos parezca a veces se dan cita una serie de coincidencias que usualmente provocan un sinnúmero de especulaciones supersticiosas sin asidero científico alguno. ¿Quién iba a pensar que una embarazada con la edad de Cristo, es decir 33 años, iba a escoger el día internacional de la mujer para presentarse de madrugada a la emergencia del hospital de la mujer en la ciudad de Santo Domingo? Aquella madre había tenido dos partos mediante operación cesárea y ahora cursaba con un embarazo en su último trimestre.

Decía que la hoy occisa llegó al hospital temprano en la madrugada del día internacional de la mujer, según relata una de sus hermanas; quejándose de fuerte dolor en el vientre. Los médicos tratantes verificaron que la embarazada estaba hipotensa y anémica, administrándole un analgésico tipo acetaminofén en dosis de 500 miligramos para calmar el dolor abdominal.  Hallándose encamada por unas cinco horas, la enferma desarrolló una extrema dificultad respiratoria, tornándose sudorosa y pálida, rápidamente entró en un estado de shock, seguido de un paro cardiorespiratorio de naturaleza irreversible, siendo declarada muerta a las 9:10 am de ese día. Los galenos que manejaron el lamentable caso desconocían la probable causa del repentino deceso.

La autopsia evidenció un sorprendente cuadro anatomopatológico: al abrir el abdomen se notó un vientre repleto de sangre fresca. ¿De dónde procedía toda esa sangre? Al remover parte de esos grandes coágulos se vio la presencia de un feto masculino envuelto en su saco amniótico que flotaba libre entre las asas intestinales. El útero o matriz de la desdichada parturienta se había roto en dos mitades justamente a nivel de la cicatriz dejada por la cesárea previa.  En otras palabras, esta desafortunada madre había iniciado una labor de parto sin que los gineco-obstetras se percataran de lo que en realidad estaba sucediendo. Dio tiempo para que se le reventara el útero, expulsara el bebé y se desangrara fatalmente ante los ojos ciegos de la ciencia.

Paradoja de la vida, esta dama no murió en su casa, ni siquiera en el trayecto al establecimiento de salud. Falleció en una cama hospitalaria varias horas después de haber sido admitida. Tiempo suficiente para evitar una muerte materna debida a una entidad harto conocida en el ambiente obstétrico como lo es la rotura uterina durante el trabajo de parto de una embarazada cesareada dos veces. Macabramente se dice que a las tres es la vencida, sin embargo, la nuestra fue vencida a las dos.

¿Debió morir esta dominicana en semejante circunstancia? ¿Era medicamente evitable dicho fallecimiento? ¿Puede mejorarse la calidad de los servicios de salud en la República Dominicana? ¿Podemos entre todos contribuir a reducir la tasa de mortalidad materna en el país?

Firmemente contesto con un sí a todas las interrogantes. El reto es grande pero debemos aceptarlo. Desde su fría sepultura esta mujer de 33 años, con dos cesáreas previas y fatalmente desangrada, nos grita que ella fue al hospital porque no quería morir.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas