La queja o grito del amigo Roberto Saladín, miembro de la Junta Central Electoral, en el sentido de que determinados sectores han tratado de desacreditar dicho organismo, ha sido interpretado por algunos, como si el funcionario hubiese olvidado lo que ocurrió aquí hace apenas 20 días. Cómo si no recordara que fueron los propios organizadores de dicho evento quienes suspendieron el proceso electoral que hasta horas antes manifestaban que estaba bajo absoluto control. Dejando el país a punto de que se rompieran las barreras de la cordura. Llenando a todos los sectores de indignación, y a una buena parte dentro de la más absoluta incredulidad.
Lo que ocurrió aquí fue demasiado grande. Algo que ni siquiera en película se había utilizado como argumento. El dinero gastado. Los equipos aparentemente funcionando. Docenas de muestras y pruebas con los protagonistas del proceso y los candidatos. Propaganda y mensajes de que todo estaba bien. La gente de manera cívica asistiendo a cumplir con su deber ciudadano. Con entusiasmo y armonía en las filas. Y de repente se dan cuenta de que los equipos no funcionan. Creándose una situación de incertidumbre nacional e internacional. Incluso entre los mismos miembros de la Junta
Sólo la cordura, paciencia y voluntad de los ciudadanos, incluyendo buena parte del liderazgo político, impidieron que el furor popular irrumpiera contra los que tenían la responsabilidad de llevar a cabo dicho proceso. Costosísimo por cierto.
Lo que pasó aquí no fue algo simple. Eso pudo haber tenido consecuencias inimaginables. Y lo recomendable a la Junta y a todos sus miembros es que, como respuesta al gran comportamiento cívico de los ciudadanos, no solo puedan llegar hasta donde la gente espera con relación a lo ocurrido, sino a que los dos procesos pendientes, el de este mes de marzo como el de mayo, no tengan el mínimo fallo. Porque de ocurrir algo inusitado, el país podría entrar en una ruta desconocida.
La suspensión de un proceso electoral nacional no se ha visto muchas veces. Podría marcar un hito en la historia electoral, por lo menos latinoamericana. Eso no debió ocurrir, ni volver a ocurrir jamás.
La prensa nacional no tenía representación en los organismos de la Junta. No sé si alguna ONG participa en las decisiones de dicho organismo, pero lo dudo. Quiere decir, que si acaso algunos sectores intentaron restarle credibilidad a la JCE, no fueron ellos los culpables de lo que ocurrió. En tal caso, lo que podría decirse es que lo que expusieron esas organizaciones coincidió con lo sucedido.
A pesar de sentirse, tal vez abrumado por las críticas, el amigo Saladín debe comprender que algo así no se olvida de un día para otro. Él y los miembros de la Junta Central Electoral deben darle permanentemente gracias a los ciudadanos, a los partidos por haber tenido un comportamiento de altura y verdaderamente civilizado. A Dios por haber dotado de paciencia al pueblo que contuvo su indignación. Ahora su camino es hacia despejar cualquier tipo de dudas. Tratar de recobrar la confianza.