La quijotada de un primer ministro

La quijotada de un primer ministro

Por Miguel Aquino García
Los hechos han demostrado que Haití es prácticamente un proyecto de nación no viable. Las causas son muchas, pero sin duda la principal ha sido el aislamiento de esa nación del resto de la comunidad de naciones latinoamericanas, como consecuencia de hechos históricos extraordinarios que resultaron en la formación de una sociedad atípica comparadas con las del resto del hemisferio occidental, que son diametralmente opuestas a Haití en cultura, creencias,idioma, religión e intereses comunes.

La que una vez fuera la colonia más productiva de las Américas, ha terminado en un país aislado y empobrecido, desgobernado por más de 200 años, sus recursos naturales practicamente diezmados, donde todavía el carbón vegetal continúa siendo la principal fuente de energía en los hogares haitianos mayoritariamente rurales, y los registros de gentes que dan cuenta de la existencia misma de sus ciudadanos se limita a menos de un 20%, el analfabetismo rondea el 80% de la población total, la agricultura es practicamente primitiva y conuquera como resultado de la destrucción de bosques y desaparición de fuentes fluviales, la tecnología industrial inexistente, tuberculosis, malaria y otras endemias son parte del folklore nacional, en proporción alarmante mayor que en cualquier otra parte, la pandemia del Sida afecta a mas del 5% de la población total y entre 12 a 15% de la población joven migratoria y más activa. En este escenario la ausencia de gobernabilidad ha sido una constante, existiendo una desconexión real entre el Estado como entidad y las grandes masas desconectadas «en cuerpo y alma» del gobierno central, tal como lo explica el brillante historiador y antropólogo haitiano Michael Trouillot en su obra «Haiti, Estado contra Nación» publicada en 1990, donde denuncia además el racismo de la minoría de mulatos xenofóbica que por siglos ha discriminado al proletariado negro de Haití. Lo que une a los haitianos y los identifica como nación son sus costumbres y creencias, el vudú que ha sido elevado a nivel de religión oficial del Estado, y otras prácticas espiritistas, su creole que solo ellos entienden, y el culto a la negritud profesado tanto por el proletariado como por la intelectualidad en base a la teoría indigenista de Jean Price Mars que pregona el culto a lo puramente negro y africano, y que hizo posible que hasta la década de 1950 existían leyes que prohibían a individuos que no fueran negros o mulatos obtener ningún bien inmueble en Haití.

El resto de América Latina y el mundo, pero no la República Dominicana,  se pueden dar el lujo de ser expectadores de este gran drama humano o de ofrecer su modesta ayuda a la distancia. Francia que por una razón y los Estados Unidos por otras, tienen particularmente la responsabilidad moral ineludible de asistir con recursos a la reforestación, supervivencia y rescate de Haití, han eludido esa responsabilidad. A nosotros sin embargo por compartir la isla con Haití es a quien nos ha tocado sentir «el tizón» bien de cerca. Así obsérvese como la minoría de mulatos que por 200 años ha desgobernado en Haití, ha procurado la haitianización de la sociedad dominicana en todos los órdenes «desde el principio de los tiempos», haciendo primero que el pueblo dominicano escribiera a pura sangre y heroísmo sin par, rechazando las hordas invasoras de Haití, su derecho mismo a la existencia. El gobierno haitiano ha continuado luego formulando acusaciones de racista contra el Estado dominicano en varias ocasiones y ante «cortes internacionales», para impedirnos la defensa de la soberanía territorial. La forma más consistente y reciente de haitianización de la sociedad dominicana por parte del gobierno haitiano ha sido el estímulo constante a la invasión pacífica del territorio dominicano por el proletariado de ese país.

En ese escenario, la quijotada del primer ministro haitiano Gerard Tortuer en el sentido de que se debe suspender el visado requerido para que haitianos y dominicanos entren libremente a ambos países, dizque en nombre del progreso y cooperación de los nuevos tiempos, es un verdadero insulto a la inteligencia del más bruto de los dominicanos. Es un escopetazo sin plomo contra la existencia misma de la nación dominicana, se trata de una chichigua que el flamante ministro ha echado a volar a ver hasta donde puede llegar él echando hilo. Porque si ya tenemos un millón de haitianos en nuestro país despojando a los dominicanos de fuentes de trabajo, a pesar de requerimientos de visas y puestos de guardias en la frontera, habrá que imaginarse lo que pasaría si se le anunciara a los 8 millones de haitianos que quedan del otro lado, en total abandono estatal, sin servicios públicos de salud, sin escuelas, sin tierras que cultivar ni mas bosques que mutilar, sin esperanzas de vida ni horizonte alguno, que de repente tienen campo abierto «del otro lado » para buscarse la vida, para que se diseminen y rieguen como granos de maíz la semilla haitiana. Al amigo Gerard se le debe reconocer que posee una gran cachaza, ya que el no ignora que dado el estado de hambruna, desolación y muerte reinante en Haití, un anuncio como el propuesto no puede resultar en otra cosa que en una invasión masiva y legalizada del proletariado haitiano hacia nuestro país, despejando la tensión social y política en Haití, mientras desintegra a la vez toda noción de orden en nuestro país, y toda posibilidad de supervivencia de este como ente social separable de Haití ¿O es acaso eso lo que en el fondo procura el quijotesco ministro haitiano?. Si el señor ministro conoce el significado de la palabra pendejo, debe saber que de este lado no hay muchos de ellos, que los dominicanos somos buenos y hospitalarios, altruistas y nobles, bonitos, feos y de todos los colores, somos de todo lo que usted quiera pero no pendejos. La nación dominicana ha sido la mejor amiga de Haití, albergando mas de un millón de haitianos a expensas de oportunidades de trabajo y medios de vida de un segmento importante de nuestra población, hemos sido diplomáticos y nobles ignorando las injustas campañas acusatorias contra el Estado dominicano por parte de Haití en foros internacionales sin guardar rencores, propiciamos y mantenemos ferias fronterizas para el el intercambio comercial y beneficio de ambos pueblos, hasta hemos abierto zonas francas con inversión dominicana para la promoción de empleos en la zona fronteriza de Haití, compartimos nuestros precarios servicios de salud con nacionales haitianos a todo lo ancho del territorio, docenas de parturientas haitianas alumbran junto a las dominicanas diariamente en hospitales de todo el país, recibimos y graduamos docenas de profesionales haitianos todos los años en nuestras aulas magnas, públicas y privadas, muchos de los cuales prefieren luego permanecer aquí, acabamos de legislar para otorgar certificados de nacimientos provisionales a niños nacidos de ilegales de Haití, muy pronto habrá más haitianos con registros de nacimiento en nuestro país que haitianos con registro de nacimiento en el propio Haití. ¿qué más cooperación es la que quiere usted, señor ministro?.  Todos los países resguardan y cuidan sus fronteras, de ningún país latinoamericano se puede cruzar a otro fronterizo sin el debido permiso o visado, y eso que hablan el mismo idioma y tienen la misma cultura, ni los dominicanos podemos entrar a España, Estados Unidos o Puerto Rico sin la bendita visa, ni podemos trabajar en estos países sin los debidos permisos, como debe ser, ¿por qué no le pide usted señor ministro a Estados Unidos, que es más grandecito y rico que nosotros, y además lo puso a usted en el poder, que le dejen entrar a su gente sin visado en nombre de la cooperación de los nuevos tiempos?. Le prometo convencer a Leonel Fernández, de que le de a usted la misma respuesta que usted reciba del gobierno de Bush, con respecto a la desaparición de visados. Mire señor ministro, váyase a volar su chichigua a Cabo Haitiano.

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