La rana, el agua y los dominicanos de hoy

La rana, el agua y los dominicanos de hoy

Debo a la gentileza de mi primo Félix Alcibíades Peguero Guerrero la  parábola de la rana hervida, una lección muy importante sobre lo que ocurre hoy en el mundo.

El experimento consistió en echar una rana en una olla de agua fría y la ranita gozaba, disfrutando de un baño fresco.  El agua se fue calentando y la ranita gozaba más porque la tibieza del agua era una caricia. La temperatura del agua continuó subiendo pero no le molestaba a la ranita que se acotejó temporalmente hasta que comenzó el burbujeo del líquido pero  la ranita ya no tenía cómo escapar y terminó hervida dentro de la olla.

La sociedad de hoy está como la ranita, a merced de poderosos intereses políticos y económicos que acogotan a los pueblos olvidando que si a una olla de presión no se le destapa el mecanismo de descompresión puede volar la tapa y se desparrama el contenido del envase.

El destape de los pueblos se manifiesta de muchas formas que se pueden englobar en dos: pacífica o violenta. Tanto dentro de las protestas pacíficas como dentro de las protestas violentas hay matices. La vida nunca ha sido o to toro o to vaca, no, así no.

Las protestas pacíficas pueden ser tan efectivas como las marchas de ese gran hombre de la humanidad que se llamó Martin Lutero King, quien encabezó un movimiento iniciado por Rosa Parks, una humilde trabajadora quien decidió no moverse del asiento que los guagüeros tenían destinados a la gente de raza blanca, que pagaba por el pasaje la misma cantidad de dinero que las personas de la raza negra.

Martin Lutero King reunió una gigantesca manifestación de más de un millón de personas de todos los colores quienes reclamaron el derecho a ser tratados como personas, independientemente del color de su piel. Aunque la caverna blanca norteamericana asesinara al doctor King sus ideas triunfaron.

Los movimientos de la historia son más efectivos y duraderos cuando marchan al ritmo que la sociedad demanda, sin prisas pero sin pausas. Los pueblos y sus instituciones tienen una capacidad de aguante que muchos confunden con apatía, abulia, dejadez, cobardía.

La indignación, la capacidad de soportar, la aparente resignación de los pueblos y sus instituciones, tienen un límite. Nadie sabe cuándo va a surgir una llamita que crecerá hasta provocar un gran incendio, es como cuando llueve copiosamente en la cabeza del río.

En nuestro país ningún partido ha tenido y tiene mayor capacidad de movilización que el Partido Revolucionario Dominicano.

Con Junta Central Electoral, con Tribunal Superior Electoral, con guardias, con policías, con gatilleros y criminales, cuando se colme la paciencia nadie sabe cuáles cabezas quedarán sobre los hombros.

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